Rosa del rosal lunero
Fotografía hecha el 8 de enero 2012
'Sonata de primavera' de VALLE-INCLÁN,
dirigida por el profesor Ojeda, del Blog La acequia
(Me he limitado -a continuación- a escoger fragmentos que me han parecido que expresaban lo que
Valle Inclán quería señalar y remarcar de los sentimientos del Marqués de Bradomín).
(pág. 48 a 70)
Pág. 48[...]-¿Xavier, tú cuándo tienes que volver a Roma?
Yo me estremecí:
-Mañana, señora.
...
Pág.49[...]-¿Cuándo toma el velo María Rosario?
-No está designado el día.
Pág.51[...]... Yo sentía esa vaga y romántica tristeza que encanta los enamoramientos juveniles, con la leyenda de los grandes y trágicos dolores que se visten a la usanza antigua. Consideraba la herida de mi corazón como aquellas que no tienen cura y pensaba que de un modo fatal decidiría de mi suerte. Con extremos verterianos soñaba superar a todos los amantes que en el mundo han sido, y por infortunados y leales pasaron a la historia, y aun asomaron más de una vez la faz lacrimosa en las cantigas del vulgo. Desgraciadamente, quedéme sin superarlos,
Pág.52[...] porque tales romanticismos nunca fueron otra cosa que un perfume derramado sobre todos mis amores de juventud. ¡Locuras gentiles y fugaces que duraban algunas horas, y que, sin duda, por eso, me han hecho suspirar y sonreír toda la vida!
-¿Da su permiso mi Señora la Princesa?
-Adelante, Polonio. ¿Qué ocurre?
-Ha venido el sacristán de las Madres Carmelitas con el hábito de la Señorina.
Pág.54[...]
-¿Y ella lo sabe?
-Probándoselo queda.
Pág.56[...]De mi mano son únicamente los judíos. Los hice de cartón. Ya conocen mi antigua manía de hacer caretas. Una manía y de las peores. Con ella di gran impulso a los Carnavales, que es la fiesta de Satanás. ¡Aquí antes nadie se vestía de máscara, pero como yo regalaba a todo el mundo mis caretas de cartón! ¡Dios me perdone! Los Carnavales de Ligura llegaron a ser famosos en Italia...
Pág.59[...] En el silencio perfumado cantaba un ruiseñor, y parecía acordar su voz con la voz de las fuentes
Pág.60[...] Lentamente volví hacia el Palacio: Mis ojos se detuvieron en una ventana iluminada, y no sé qué oscuro presentimiento hizo palpitar mi corazón. Aquella ventana alzábase apenas sobre la terraza, permanecía abierta, y el aire ondulaba la cortina. Me pareció que por el fondo de la estancia cruzaba una sombra blanca
...
. El viejo mayordomo paseaba a la luz de la luna sus ensueños de artista. Yo quedé inmóvil en el fondo del jardín. Y contemplando aquella luz el corazón latía:
-¿Qué siente ella?... ¿Qué siente ella por mi?.. ¡Pobre María Rosario! Yo la creía enamorada, y, sin embargo, mi corazón presentía no sé qué quimérica y confusa desventura.
Pág.61[...]Yo, calumniado y mal comprendido, nunca fui otra cosa que un místico galante, como San Juan de la Cruz. En lo más florido de mis años hubiera dado gustoso todas las glorias mundanas por poder escribir en mis tarjetas: El Marqués de Bradomín, Confesor de Princesas.
Pág.62[...]Yo cruzaba la terraza cuando una ráfaga violenta alzó la flameante cortina, y mis ojos mortales vieron arrodillada en el fondo de la estancia la sombra pálida de María Rosario
[...] No puedo decir lo que entonces pasó por mí. Con que primero fue un impulso ardiente, y después una sacudida fría y cruel. La audacia que se admira en los labios y en los ojos de aquel retrato que del divino César Borgia pintó el divino Rafael de Sanzio.
Pág.63[...]Salté la ventana como un ladrón, y anduve a lo largo de la terraza pegado al muro. De pronto, me pareció sentir leve rumor, como de alguno que camina recatándose. Me detuve y miré, pero en la inmensa sombra que el Palacio tendía sobre la terraza y el jardín, nada podía verse. Seguí adelante, y apenas había dado algunos pasos, cuando un aliento jadeante rozó mi cuello, y la punta de un puñal desgarró mi hombro. Me volví con fiera presteza. Un hombre corría a ocultarse en el jardín.
Pág.64[...]El bergante estaba bajo la protección de la Princesa, y acaso en aquel instante le refería la hazaña de su puñal.
Pág.65[...]Fue al entrar en la biblioteca, que por hallarse a oscuras yo había supuesto solitaria, cuando oí la voz apasionada de la Princesa Gaetani:
-¡Oh! ¡Cuánta infamia! ¡Cuánta infamia!
Desde aquel momento tuve por cierto que la noble señora lo sabía todo, y, cosa extraña, al dejar de dudar dejé de temer.
Pág.67[...]Después, meditando a solas si debía abandonar el Palacio Gaetani, resolví quedarme. Quería mostrar a la Princesa que cuando suelen otros desesperarse, yo sabía sonreír, y que donde otros son humillados, yo era triunfador. ¡El orgullo ha sido siempre mi mayor virtud!
...
. Ahora mi voluntad flaqueaba, sentíame vencido y sólo quería abandonar el Palacio. Hallábame combatido por tales bascas, cuando entró Musarelo:
...
Mi Capitán, un padre capuchino desea hablaros.
Pág.69[...]-Hoy, después de anochecido, salid por la cancela del jardín, y bajad rodeando la muralla. Encontraréis una casa terreña que tiene en el tejado un cráneo de buey: Llamad allí. Os abrirá una vieja, y le diréis que deseáis hablarle: Con esto sólo os hará entrar
...Veréis como inmediatamente cierra su puerta para que podáis hablar sin recelo. Vos, entonces, hacedle entender que estáis resuelto a recobrar el anillo y cuanto ha recibido con él. No olvidéis esto: El anillo y cuanto ha recibido con él.
Pág.59[...] En el silencio perfumado cantaba un ruiseñor, y parecía acordar su voz con la voz de las fuentes
Pág.60 [...]Yo evocaba en la memoria el rostro de María Rosario, y no cesaba de pensar:
-¿Qué siente ella?... ¿Qué siente ella por mí?...
Pág.70[...]El capuchino trazó en el aire una lenta bendición, y yo incliné la cabeza para recibirla. Cuando salió, confieso que no tuve ánimos de reír. Con estupor, casi con miedo, advertí que en mi mano faltaba un anillo que llevaba desde hacía muchos años, y solía usar como sello. No pude recordar dónde lo había perdido. Era un anillo antiguo: Tenía el escudo grabado en amatista, y había pertenecido a mi abuelo el Marqués de Bradomín.
Milladoiro (A bruxa)
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...Confusos recuerdos de otros tiempos y otros amores se levantaron en mi memoria. Todo el pasado resurgía como una gran tristeza y un gran remordimiento. Mi juventud me parecía mar de soledad y de tormentas, siempre en noche. El alma languidecía en el recogimiento del jardín, y el mismo pensamiento volvía como el motivo de un canto lejano:
-¿Qué siente ella?... ¿Qué siente ella por mí?...
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