Matías Martínez Burgos
San Juan de la Cruz, El Cántico espiritual, según el ms. de las Madres carmelitas de Jaén, Madrid: La Lectura, 1924, muy reimpreso.
San Juan de la Cruz, El Cántico espiritual, según el ms. de las Madres carmelitas de Jaén, Madrid: La Lectura, 1924, muy reimpreso.
«He aquí una preciosa edición de “El
cántico espiritual”, de San Juan de la Cruz, tal vez la perfecta y la
definitiva que acaba de aparecer al público en la biblioteca de Clásicos
Castellanos, de “La Lectura” (de Clemente de Velasco y Compañía, Paseo de
Recoletos, 25, Madrid). La edición, anotada y comentada por el catedrático señor
Martínez Burgos, es una lección consciente y afortunada del manuscrito que
conservan las Madres Carmelitas de Jaén. En las “Obras completas” del Santo,
editadas por el P. Gerardo y costeadas por la munificencia de la condesa de Bornos, cuyo testamento dio no poco que hablar a las gentes, se advierten
errores de bulto, que desaparecen enteramente en esta reciente y primorosa
edición de “La Lectura”.
¿Para qué hablaros de la tarea abrumadora
que se ha impuesto el acotador?
No son estas impresiones para eruditos,
ni para bibliógrafos. El santito iluminado se sorprendería no poco si advirtiese
el cuidado extremo que merecen una rima suya, una mayúscula de su letra grande,
pulcra y primorosa. El santito cantaba porque sí, por impulso espontáneo de su
corazón enamorado, como cantan los pájaros cuando rompe la luz del alba. Sus
oteros, sus lomas, sus montes, sus valles, sus cañadas celestiales, por donde
discurren amorosas pastoras y enamorados pastorcitos, son parte de un lenguaje
purísimo, limpio de ripios y con el ritmo y la expresión que tendría el amoroso
sentir en todos los hombres, si todos los hombres fueran ingenuos e infantiles
como el santito de Fontiveros.
Con honda emoción releemos, una vez más,
estas páginas inmortales, las más sutiles y encendidas que se hayan escrito
nunca en castellano.
Las palabras son lenguas de fuego, que
ascienden a lo alto, en espiral; las metáforas no son metáforas en Juan, sino
decir corriente y personalísimo, narración natural, medio descriptivo, gráfico
y primario, lenguaje de amor, donde la emoción se sobrepone al discurso,
borrándole y diluyéndole en polvillo de luz y en lumbre de estrellas:
Buscando
mis amores,
iré por
esos montes y riberas;
ni cogeré
las flores,
ni temeré
las fieras,
y pasaré
los fuertes y fronteras.
¡Ay! Si los italianos tienen “Vita nova”,
nosotros, los españoles, poseemos este “ Cántico espiritual”, canción
maravillosa de amor y de ternura, de candor y de ingenuidad, donde la Esposa de
los Cantares puede parangonarse con la hija de Portinari, donde las silvas
lucen su resplandor junto al de los sonetos:
Allí me
mostrarías
aquello que
mi alma pretendía,
y luego
me darías
allí, tu,
vida mía,
aquello que me diste el otro día…
aquello que me diste el otro día…
Hojeo la edición en el tren, pasando por
Medina, donde San Juan sirvió de enfermero en el Hospital, hacia tierras de
Arévalo, donde nació el santito del amor, del caballero toledano Yepes, con la
hermosísima Catalina Álvarez, villana de Fontiveros. En la fuerza del día, el
sol refulge junto a los trojes. Vislumbro con la imaginación el pueblecito de
Fontiveros, y una maravillosa noche del Carmen, noche de julio, que pasé en él,
después de horas terribles de propaganda política en Castilla. Las lomas, los
oteros, las cañadas, los valles, están allí, en el pueblecito de las fuentes,
que manan de noche y a escondidas. Y Juan oyó el rumor de los pinos, en su
niñez, y la canción que dice la tierra de Castilla en Agosto, canción de
fecundidad, de presentimiento y de promesa. ¡Castilla, madre!
En el tren hojeo esta primorosa edición,
camino de Madrid, donde de nuevo me llevan mis afanes, después de una cortísima
ausencia de horas. Pasada la alta planicie de Arévalo, oteo los cantos grandes,
redondos, formidables, con que se anuncia el Adaja, en Ávila de los Caballeros.
La figura de Teresa, alta, morena, con un gracioso lunar en la sotabarba, con
los ojos grandes, negros, expresivos y habladores, aparece ante mi corazón. La
veo con Juan por los caminos de Castilla.
Una noche, cerca de Madrigal, Juan de la
Cruz, rendido de cansancio, queda dormido. Teresa le acoge, amorosa, en sus
rodillas. Un frailote tosco y primitivo reprende a la Madre por su
desenvoltura. Teresa, encendida por la cólera, le replica graciosa y
humildemente:
-Padre mío, ¿dónde cree vuesa merced que
pueda dormir mejor un niño que sobre el regazo de su madre?
En aquel momento, Juan oía “el canto del
soto y su donaire”, en la serenidad de la noche, sobre el regazo tibio de
Teresa. »
Madrid, Noviembre, 1924
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Enlaces: (Para saber más de José Sánchez Rojas):
https://dl.dropboxusercontent.com/u/5892527/Jose_Sanchez_Rojas/SobreSanJuandelaCruz.pdf
A modo de explicación
Del erudito Matías Martínez Burgos -en quien en septiembre de 1936 depositó tanta confianza Antonio José, el músico burgalés-, nos dice Wikipedia en su Biografía que: ... "Su obra más conocida fue una transcripción paleográfica del manuscrito de Jaén del Cántico espiritual (San Juan de la Cruz), 1924."
José Sánchez Rojas, fue un gran conocedor de la obra de Teresa de Jesús. Y ¡cómo no!, también escribió sobre San Juan de la Cruz, siempre atento a todo lo relacionado con estos dos Santos. El artículo transcrito apareció publicado en 'El Adelanto de Salamanca', el 20 de noviembre de 1924.
Sorprende, cuando se busca información en hemeroteca, cómo -en el pasado-, se encuentran personas relacionadas por escritos, amigos o gustos comunes, siendo de lugares diferentes, y que, a veces pudieron llegar a tratarse.
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Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz /Amancio Prada
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