06 marzo 2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - ¿EXISTIÓ DULCINEA?


¿Existió Dulcinea?
CRÓNICA (20 de julio 1930)


El domingo en El Toboso
¿Existió Dulcinea?
Aquel sol de hermosura, emperatriz de la Mancha, ¿vivió en realidad y fué, acaso, doña Ana Martínez Zarco, esposa, á la postre, de don Francisco de Pacheco?   

"¿EXISTIÓ, realmente, aquel sol de hermosura, emperatriz de la Mancha, llamada Aldonza Lorenzo por los toboseños, y Dulcinea del Toboso por el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, conocido también como Alonso Quijano el Bueno? Para los toboseños, es indudable que existió Dulcinea. Cervantes tenía parientes en la villa toledana, generosos y ricos; á ellos acudía Miguel en los momentos de apuro y de amargura en su vida, que eran casi todos los momentos; en El Toboso conoció y amó Cervantes á una linda mancheguita llamada doña Ana Martínez Zarco de Morales. Habitaba doña Ana en el callejón de Mejías junto á la iglesia y á la espalda del Monasterio de las Franciscas; el padre era el doctor Zarco, que ostentaba en su escudo de hijodalgo la barra verde de los Gil de Albornoz, por haber sido, en sus mocedades, colegial en San Clemente de Bolonia. Cervantes se prendó perdidamente de la muchacha. Pero era pobre Miguel, y el estado de su bolsa no mejoraba nunca. La pícara necesidad, que se burla de todas las normas, le obligó, tal vez, á manchar el noviazgo con alguna mentira. Doña Ana, mujer de sentido práctico, como buena española y como buena manchega, dió oídos al caballero calatravo, vecino del lugar, don Francisco de Pacheco. Con don Francisco se casó, al correr de los años, doña Ana...
Y ya en relaciones con Pacheco la linda toboseña, Cervantes trató de estorbar esta inteligencia. Una tradición afirma que Cervantes anduvo á palos y los recibió sin cuenta de los criados y servidores de su adversario. Otra asegura que los contendientes fueron los dos rivales. El hecho es que Miguel, después de la trifulca ruidosa acaecida en el callejón de Mejías, al lado de la casa de la amada, no tornó más al Toboso, y que años más tarde se casó en Esquivias, junto á Illescas, con doña Catalina Palacios de Salazar.
La Dulcinea del Quijote tiene su casa á la salida del pueblo, lo mismo que la casa de doña Ana. El palacio de la amada de don Quijote está junto á la iglesia y junto á la iglesia continúan hoy las ruinas de la casa solariega de los Zarco. La que en la vida real es hija de un doctor, laureado en la ciudad roja de los glosadores y de los pórticos, apenas si es, en la epopeya cervantesca, hija de su obscuro bachiller Corchuelo, graduado no sé si en Osuna ó, más posiblemente, en Sigüenza. Para los toboseños es indudable que Cervantes recordó, entre ironías, la dulce imagen de su amor primero.
En estas tierras Dulcinea, fué mujer de carne y hueso, y nadie se permite dudar, ni en broma, que la fantasía de Miguel no tuviera sus hondas raíces en la vida cotidiana, ni fuera un recuerdo amargo en los amores de mocedad del primero de nuestros escritores.
Toda la tarde, mi querido amigo, el alcalde de El Toboso y director de la Biblioteca Cervantes, don Jaime Martínez Pantoja, ha estado leyéndome documentos viejos sobre los Cervantes y los Zarcos que en El Toboso han sido. Después me ha llevado al patio de la casa de los parientes de Miguel. Me imaginaba á nuestro gran ironista, de vuelta de la reja de doña Ana, pidiendo al cielo que la hiciera suya por arte de hechicería. Doña Ana comenzaba á recelar; de Quintanar de la Orden, del Campo de Criptana, de Argamasilla de Alba llegaban noticias turbias sobre la vida del héroe. Don Francisco, que quería casarse y no gustaba de perder el tiempo, maniobraba en las sombras. La tragedia del callejón de Mejías tenía que suceder. Y Cervantes, dolorido, abandonaba la quimera de su vida, para casar años más tarde, en Esquivias, con una pobre mujer, á la que había de vender sus viñas y sus tierritas, como un ganapán de cuota de los de hogaño.
A la caída de la tarde he visto, con el señor Martínez Pantoja, el palacio de Dulcinea. Está cayéndose. En lo que fué corral se conservan los escudos de los Zarco. Por primera vez he sentido, en este silencio denso y macizo de El Toboso, toda la terrible amargura del símbolo. Don Quijote adora á una mujer que apenas si ha visto en el atrio de la iglesia, á la salida de la misa de los domingos.
Ha calentado su corazón de solitario á la lumbre de aquel amor, y cuando inicia sus primeras aventuras se encomienda á la única reina de sus pensamientos.
Dulcinea, en cambio, apenas si ha oído hablar del caballero, si hemos de creer al socarrón de Sancho. ¡Cómo le duele la gloria al pobre Miguel! Ha perdido un brazo luchando por el honor de España; ha escrito un libro que anda en lenguas de las gentes y, sin embargo, doña Ana apenas si sabe nada de él. Es feliz doña Ana con don Francisco, y tiene un hijo de su matrimonio con él. Cervantes no hay noticia de que torne jamás a El Toboso. Y disimula su amor callado de juventud por el sueño de un pobre caballero andante, y hace que El Toboso sea el escenario de los amores maltrechos de su héroe de ficción tan real.
Y cuando ríe la gente grosera ante los fracasos del héroe, doña Ana no lee más libros que los devotos, ni admite otras esquelas que las de su esposo, cuando está ausente."
JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS
CRÓNICA 20-7-1930
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A modo de comentario

En el año 1913, en La Vanguardia, José Sánchez Rojas, en una serie de artículos en busca de Dulcinea, escribía:
MEDITACIONES
  "En esta mi nueva lectura de Don Quijote, vigésima lectura, reposada y tranquila"

¿Quién mejor que él, para explicarnos sus conclusiones, en el texto de 1930 -que he procurado transcribir fielmente? 
                                                                                                                                           Continuará


Orphénica Lyra
Al alba venid -Anónimo s.XVI
José Miguel Moreno
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Para saber más de José Sánchez Rojas:
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2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ya no importa si existió o no: la creó don Quijote, que fue tan real que hasta tuvo Cervantes que escribirlo.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Estupenda opinión. José Sánchez Rojas, Quijote del siglo XX, también lo hizo. Habrían estado de acuerdo.

Un abrazo.