02 febrero 2017

LA ESPAÑOLA INGLESA-NOVELAS EJEMPLARES


En la fotografía:
Novelas ejemplares
Ediciones Altaya-1994
La española inglesa
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Las mujeres de Cervantes -1916
Autor: José Sánchez Rojas
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Copio de Wikipedia
"La española inglesa es una obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra. Se trata de una novela bizantina que se publica en 1613, en el conjunto de doce novelas cortas escritas entre 1590 y 1612 que componen las Novelas ejemplares, bajo el título general de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento."
"La española inglesa narra el rapto de Isabela, uno de los despojos que los ingleses llevaron de Cádiz, y la captura de Ricaredo por los turcos. La novela es la historia de sus repatriaciones geográficas y religiosas, de la devolución de Isabela a sus padres verdaderos y de la reunión de los jóvenes amantes al final de la novela."


A modo de comentario
He transcrito completo el capítulo que José Sánchez Rojas, en su libro de 1916 'Las mujeres de Cervantes' ,  dedica a Isabela, personaje de 'La española inglesa'.    



“Estúvola la reina mirando por un buen espacio sin hablarle palabra, pareciéndole, como después dijo a su camarera, que tenía delante un cielo estrellado, cuyas estrellas eran las muchas perlas y diamantes que Isabela traía; su bello rostro y sus ojos el sol y la luna, y toda ella una nueva maravilla de hermosura.” (CERVANTES.- La Española Inglesa.)
Este párrafo, es el que José Sánchez Rojas escogió para iniciar el capítulo que en su obra 'Las mujeres de Cervantes' (1916), dedicó a la recreación del personaje Isabela (que el escritor albense gusta denominar Isabelita, como a Ricaredo-Recaredo y a Arnesto-Ernesto.  )
pp.59 a 65 "A todas horas piensa en su novio Isabela, Isabelita, que antes de dos años ha de recibirle por esposo y señor natural de su albedrío. La belleza de Isabelita, tan lozana, tan fresca, tan ingenua, aumenta por instantes.
Así como los grandes quebrantos del entendimiento rinden y deforman el cuerpo, apagan el fulgor de los ojos y arrugan y marchitan la piel, así también la esperanza del amor, el constante y no interrumpido pensamiento sobre el objeto amado, el deleite anticipado de la ventura soñada, convierten lo feo en hermoso y lo hermoso en hermosísimo. No hay muchacha más linda que Isabelita, que lleva los amores en el semblante y la ventura en el pecho.
En presencia de la reina de Inglaterra, la niña gaditana da de sí “la más hermosa muestra que pudo caber en una imaginación”. "Era la sala del trono-continúa Cervantes- sala grande y espaciosa, y a dos pasos se quedó el acompañamiento y se adelantó Isabela; y como quedó sola, pareció lo mismo que parece la estrella, o exhalación, que por la región del fuego en serena y sosegada noche, suele moverse, o bien ansí como rayo del sol, que al salir del día, por entre dos montañas se descubre. Todo esto pareció, y aun cometa, que pronosticó el incendio de más de un alma de los que allí estaban, a quien amor abrasó con los rayos de los hermosos soles de Isabela.”
La metáfora de los rayos nos hace sospechar que son dorados y rubios los cabellos de Isabelita y que sus ojos despiden el más vivo y mágico fulgor que puede describirse.
Lindamente ataviada y compuesta se muestra Isabelita en público. La protección de Clotaldo y Catalina, nobles señores del Reino Unido, el cariño y afecto entrañables que sienten hacia Isabelita han aumentado ante la pasión de amor que la profesa el hijo de ambos, Recaredo. 
Repasad estas extrañas páginas de La Española Inglesa; asistid al juramento de amor de Isabela y Recaredo; releed la insólita manera de tornar a ver la niña a sus padres, después de larga ausencia; venid con ellos a Sevilla; seguid sus pasos hasta el momento en que se muestra solícita y liberal la fortuna con Isabelita.
Isabelita vive en Sevilla junto al convento de Santa Paula. Hay junto al convento una plazoleta silenciosa y tranquila; hasta casa de Isabel llega el rumor de los cantos nasales y monótonos de las monjitas. En el convento vive una prima de Isabel; no hay monja de voz más peregrina y deliciosa que la prima. A todas horas platican las dos parientas; de deliquios místicos y de purísimos arrobos la esposa del Señor, de sus amoríos y esperanzas Isabelita. Nunca atraviesa nuestra doncella el río, ni pasea por Triana, ni se confunde con las gentes en la puerta de Jerez; su contentamiento está dentro de ella misma y no hay placer más sabroso que el de rumiar para adentro la callada dicha.
Isabelita espera al caballero inglés que ha de ser su marido; cuenta los meses, los días que faltan para expirar el plazo; no comunica sus esperanzas sino a su prima.
El amor hermosea cada vez más el rostro de Isabelita. La tranquilidad de su espíritu se espeja a maravilla en los ojos negros y dulces, en la suavidad y sosiego de sus maneras, en la dulzura de su voz y en el despejo y viveza de su mente. Cuanto más huye Isabelita de los requiebros y cortejos de la gente moza de Sevilla, más se empeñan los galanes en festejarla con músicas y otros amorosos pasatiempos.
Recaredo, su novio, no le escribe; año y medio ha transcurrido ya de ausencia. El corazón de Isabelita comienza a sobresaltarse ante la fatiga de la esperanza. La niña urde los más extraños pretextos para justificar la ausencia del que ha de ser su esposo; cuando llegue a Sevilla Recaredo, Isabelita le reñirá para perdonarle en seguida. Deleitoso ha de ser el noviazgo que preceda a la boda de nuestros amigos. Y en los momentos en que la fe quiebra ante la duda y la desesperanza, Isabelita se llega a la iglesia de Santa Paula, y postrada de hinojos ante un Cristo amoratado y llagado, pídele consuelo para sus cuitas y pronto remedio para los males de amor que abrasan y destrozan el corazón de la doncella.



La Española Inglesa
 (pág.65) Pintura de Mas y Fondevila

Un mensajero llega de Londres a Sevilla con una carta de Catalina, la madre de Recaredo. Temblando la coge Isabelita entre sus manos. Recaredo ha muerto en Italia, a manos del conde Ernesto, un pretendiente despechado de Isabelita. Serenamente recibe la noticia la doncella; haciendo un esfuerzo sobrehumano, sin derramar una sola lágrima, entra en su oratorio, se postra de hinojos ante una imagen y hace voto y promesa de ser monja.
Ha comenzado ya sus ejercicios y devociones la doncella; ahora ya no sale del monasterio de Santa Paula, Isabelita; con la prima platica del divino amor.
Ha llegado el momento de tomar el hábito; Isabelita se viste para honrar sus desposorios celestiales con su traje más rico; lleva la saya entera de raso verde acuchillada con que se presentó a la reina de Inglaterra; forrada de oro está la saya. Unas eses de perlas señalan las cuchilladas de su vestido. La puerta del monasterio está llena de gente principal y rica, invitada a presenciar la ceremonia. Isabelita sale de su casa acompañada de los padres, parientes y amigos. Al abrirse las puertas del monasterio y aparecer las monjas con sus tocas, un cautivo trinitario detiene la comitiva. Es Recaredo, el prometido de Isabelita, que no ha muerto en Italia, sino sufrido cautiverio de los moriscos. Se conocen ambos jóvenes, y la toma de hábitos se trueca en desposorios.
Se ha casado Isabela, Isabelita. El Cristo amoratado de las llagas sanguinolentas y de los ojos vidriosos ha perdonado la defección de la doncella. Recaredo renuncia las brumas espesas de su país y vive en Sevilla con su esposa. La ausencia, los extraños sucesos de su cautividad hacen más deleitosa la ventura de Recaredo. Isabelita ha tornado a arrodillarse a los pies del Cristo que venera en su oratorio. Los ojos vidriosos del buen Jesús dijérase que se han iluminado de un fulgor extraño de dulzura. El buen Jesús ha vuelto a confirmar su perdón generosamente.
Isabela, Recaredo, Inglaterra, Cádiz, Cervantes...
Estos nombres barajados hallan ecos de evocación en nuestro espíritu. Los nobles Recaredos siguen amando mucho a las lindas Isabelas. Dos siglos después de las aventuras de Isabelita, viene un inglés aventurero e impetuoso a Cádiz a cantar las delicias de las bellas gaditanas. Los ingleses no se han olvidado tampoco de las gentilezas de Miguel. Los conterráneos de Shakespeare tienen cierto aire de parentesco espiritual con nuestro Cervantes. Más que en los llanos de Montiel, ha penetrado Cervantes en los mimosos prados de Escocia, en las brumas del Támesis, en los viejos condados del Reino Unido. Un gesto de piadosa comprensión viene de los mares del Norte hasta la Península, glosando las andanzas del caballero manchego.    
p.64 “Los ingleses –contaba en Argamasilla un morador de la prisión de Cervantes al sutilísimo Azorínentran aquí y se están dando mucho tiempo pensando; uno hubo que se arrodilló y besó la tierra dando gritos. ¿No veis en esto el culto  -continúa Azorín- que el pueblo más idealista de la tierra profesa al más famoso y alto de los idealistas?”(1)

¿Y no es Hamlet hijo de Shakespeare? ¿Y no es Cervantes padre de Don Quijote? ¿Y no son las dudas del pálido príncipe de Dinamarca y los entusiasmos del enjuto caballero de la Mancha el más alto patrimonio de las densas nieblas de Inglaterra y del esplendente sol de nuestra España? " JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS (1916) 
(1) Azorín La ruta de Don QuijoteMadrid (1912) (cap. IX-Camino de Ruidera)
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José Sánchez Rojas publicó este texto con el título 'Las mujeres de Cervantes- Isabelita' en:
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6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Qué buena nota de lectura! Gracias, como siempre.

Gelu dijo...


Buenas noches, profesor Ojeda:

Gracias a usted.
En esta ocasión, para la lectura de ‘La española inglesa’, utilicé el libro de la fotografía, Edición Altaya, que aporta unas páginas preliminares y unas notas a pie de cada página de gran ayuda.

Abrazos.

Abejita de la Vega dijo...

Una buena lectura la de Sánchez Rojas. Gracias por traérnosla. Besos, Gelu.

PENELOPE-GELU dijo...


Buenas noches, Abejita de la Vega:

Terminaré de preparar ‘El patio de Monipodio’, de Rinconete y Cortadillo, según escribió Sánchez Rojas y apareció publicado en 1916, en 'Las mujeres de Cervantes', capítulo 'La Generosa'.

Abrazos.

pancho dijo...

Sánchez Rojas se fija en la historia de amor entre Isabela y Ricaredo. Le guarda la ausencia hasta el final en que aparece como un cautivo liberado para satisfacción de los lectores que no la quieren de monja...
Ya no se escribe así.
Un abrazo.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

José Sánchez Rojas, trece años después, en un viaje a Sevilla, visitó el Convento de Santa Paula. Merece la pena leer el precioso artículo, que publicó en ‘La Esfera’, 6 de abril de 1929, pág.31.

Un abrazo