08 febrero 2017

RINCONETE Y CORTADILLO- NOVELAS EJEMPLARES



LAS MUJERES DE CERVANTES (1916)
José Sánchez Rojas
Capítulo 'LA GENEROSA' pp.41 a 46
"Al volver, que volvió, Monipodio, entraron con él dos mozas, afeitados los rostros, llenos de color los labios y de albayalde los pechos, cubiertas con medios mantos de anascote, llenas de desenfado y desvergüenza: señales claras por donde, en viéndolas Rinconete y Cortadillo, conocieron que eran de la casa llana; y no se engañaron en nada"
(Cervantes.- Rinconete y Cortadillo)
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El profesor Ojeda
en su Blog 'La acequia',

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LA GENEROSA
Las mujeres de Cervantes, pp.41 a 46 
Sevilla, casas blancas, cielo azul. El río, ancho y navegable, lleno de galeras y con gente de flota. «Casa no muy buena, sino de muy mala apariencia.» Patio enladrillado, reluciente y limpio; patio de Monipodio. Entremos, amigos, en esta cueva de malandrines, descuideros, bravos, ladrones y mujeres de casa llana. Pronto ha de recibirnos el ministro mayor de tan esclarecida cofradía. Mientras llega el besamanos curioseemos atentamente el palacio peregrino; Miguel de Cervantes nos servirá de guía.
En un lienzo del patio enladrillado hay un banco de tres patas; frente al banco, un cantarillo descascarillado con un jarro encima. Una estera de enea cubre el centro del patio y sobre la estera luce una maceta de albahaca.
El patio se comunica con dos salas bajas, singularmente alhajadas y adornadas. Dos espadas de esgrima y dos broqueles de corcho cuelgan de cuatro clavos de la pared; un arca grande sin tapadera se divisa en un rincón; unas esteras desportilladas y harto sutiles y transparentes decoran el pavimento. Y para que lo religioso se mezcle y se confunda suavemente con lo profano, hay en la pared, frontera a la de los clavos, una imagen de Santa María, tosca, vulgarota, «destas de mala estampa», y debajo una esportilla de palma.  Junto a ella, encajada en el muro, se destaca una jofaina o almofía blancuzca. La esportilla parece un cepo de limosna, y sospechamos que la almofía hace las veces de pila de agua bendita, para que mojemos la yema de los dedos, antes de impetrar auxilio de la misericordia de la dulcísima Madre de Dios.
Mientras nosotros hemos curioseado el extraño aspecto de esta casita, han entrado en ella dos mozos vestidos de estudiantes, dos devotos, un ciego, dos espantapájaros con gafas, una vieja halduda, dos bravos de mostachos terribles y el velludo, cejijunto y barbinegro Monipodio. Todos estos tipos extraños han prescindido de nuestra presencia y no se han dignado cambiar con nosotros saludos ni reverencias. Después, jadeante y sin aliento, ha entrado en el patio un muchacho ágil, de mirada viva e inteligente, previniendo a la respetable comunidad de la sorpresa que parece prepararles el alguacil de vagabundos. 
Pero he aquí dos mozas de rompe y rasga, llamativas, alegres, jacarandosas y burlonas, que nos salen al encuentro con algazara. Llevan «afeitados los rostros, llenos de color los labios y de albayalde los pechos». Correspondiendo a nuestro saludo, nos llaman morenicos y gentiles. Las mozas nos dicen que responden por la Generosa y la Escalanta, y nosotros las consideramos, desde luego, como ornamento y flor del mujerío llano y sin pretensiones en la alegre y desenfadada Sevilla.


La  Sevilla del siglo XVI, el Puerto de Indias en el río Guadalquivir

La Generosa es mejor moza que la Escalanta; fijémonos en ella, que no es damisela que rehuya miradas atrevidas ni se ofenda de requiebros equívocos.
La Generosa tiene hermosos ojos negros, llenos de desvergüenza y alegría; se cubre con medio manto de anascote; habla ceceosa, atropelladamente. Lleva los rollizos brazos al aire, adornados de cardenales y de otras manchitas verdinegras y rojas, y al aire lleva también otras prendas desarrolladas y elásticas, que son mejor para adivinadas que para vistas. La cara es morena, negros y ensortijados los cabellos, la voz áspera y quebradiza, y los ademanes resueltos y muy vivos.
No conoce encogimiento ni timidez la Generosa. Se acaricia los cabellos constantemente con la diestra, juega con arrogancia los brazos, y los ojos, en constante movimiento, acentúan o desvanecen la intención de los vocablos de la moza.
La Generosa, después de cambiar con nosotros breves palabras, se ha dirigido con los brazos abiertos a uno de los bravos, acariciándole y festejándole entre burlas y veras. No nos sorprendemos; aquí, en el patio de Monipodio, nadie se sorprende de nada, y escuchemos las risas de la buena moza, que quiere yantar con tan agradable compaña.
Por el patio se ha extendido la esterilla de la sala, a guisa de mantel. Los ladronzuelos y las mozas se han sentado en derredor de la estera. Una bota de vino ha surgido de las entrañas de una canasta mágica, y la vieja halduda ha besado con todo reposo la cazoleta de la bota, mientras la Generosa, silenciosamente, va embaulando en su estómago cangrejos y más cangrejos, camarones y más camarones, sin olvidarse de regalar a su bravo de turno aceitunas y tajadas de bacalao.
El yantar se ha interrumpido bruscamente.
Una furia del infierno, de cara picada y variolosa, deslenguada y afrentosamente fea, entra en el patio diciendo de su galán ausente que es un desuellacaras, ladrón, piojoso y otras lindezas. Gran algarabía entre las mozas; la Generosa, haciendo guiños a su bravo, tan pronto se burla como parece compadecerse de la Cariharta, que tal es el nombre de la recién llegada.
Presto se declara partidaria la Generosa de los amantes que ventilan a golpes sus diferencias de amor; su tristeza pasiva de ramera -a pesar de la alegría atropellada y violenta en que quiere atrincherarse- confunde las coces con las caricias y las ternezas con los castigos. La Generosa ama en el hombre la fuerza, la energía, la sequedad afectiva, el arranque primerizo, la iniciativa tal vez, y en su triste oficio gusta de los golpes, que ellos embotan el espíritu y adormecen la conciencia.
Continúa el banquete. No cesa de comer la Generosa, sabedora de que el hambre hace más estragos en las mozas que la misma liviandad. Va cediendo el enojo de la Cariharta; llega el amante de la enojada moza; la Generosa envidia acaso el sino de su compañera que ya prepara la reconciliación. Estómagos hartos; danza. La Escalanta se descalza un chapín, tañendo en él como en un pandero; la Generosa, luego de acariciarse sus cabellos fuertes y ensortijados, rasga una escoba de palma, acompañando al tañido seco y rápido de un chapín; los bravos se solazan; la Cariharta -¡oh, las querellas de las mozas del partido!- ya se hocica con su amor; Monipodio, con grave continente, lleva el compás de la contradanza, y todo es ruido, estrépito y bullicio en esta famosa mansión de la hidalguía. 
La Generosa tira la escoba. Escupe. Pone los brazos en jarras. Oye requiebros bárbaros y los devuelve con la natural desvergüenza. Echa hacia atrás su medio manto de anascote y canta con el mismo ritmo de la Escalanta:
Por un morenito de color verde
¿cuál es la fogosa que no se pierde?
Risas, chancetas. Todos sabemos que la Generosa se pierde por cualquiera. Por un morenico aceitunado. Por un rubio con bigotillos de azafrán. Por un barbilampiño de los muchos que en esta alegre ciudad de Sevilla cambian de cortejo con más frecuencia que de camisa. Por un bravucón de mostachos fieros y cejas cerdosas, mandíbulas terribles y hocico saliente. Por un barbilindo de voz atiplada y ademanes mujeriles. ¡Zape! Todos sabemos que la Generosa se pierde por cualquiera.
¡Pobre Generosa! Las tajadas de bacalao frito, las aceitunas, los camarones, el vino trasañejo de Guadalcanal han hecho áspera y quebradiza tu voz; el albayalde y los afeites han acartonado tus pobres carnes de cortesana; el trato de los bravos, la tutela de Monipodio, las burlas y los golpes con que responden a tus caricias fingidas y automáticas, los Maniferros, Chiquiznaques y Repolidos de toda laya, te han convertido en bestia pasiva, en mula de carga, que no sabe quejarse y que suspira por la tralla del arriero.
Sevilla, casitas blancas, jirones de cielo intensamente azul. Sevilla, prado de San Sebastián rumoroso y alegre, río ancho y navegable lleno de galeras y con gente de flota, manchones cárdenos de olivares, torre graciosa de la Giralda, celosías y ventanas adornadas de flores. Descuideros, ladrones, mozas de partido; la Generosa cantando seguidillas desvergonzadas…Miguel de Cervantes pasó días amargos, tristísimos, en Sevilla; la tradición nos cuenta que un buen hombre del pueblo, que un excelente mesonero, fue el más desinteresado y fiel amigo de Cervantes. Aquí, en estas agudísimas páginas de Rinconete y Cortadillo, volcó Cervantes toda su amargura de escritor trashumante y andariego. Toda España era un patio como el de Monipodio; los Chiquiznaques y las Carihartas, los Maniferros y las Escalantas, los Repolidos y las Generosas, mostraban, por todas partes, la carroña de su desvergüenza y osadía. Advertid también que las tajadas de bacalao frito, las naranjas, las sabrosas aceitunas, mueven a Cervantes a exclamaciones de gozo...”
A modo de comentario
He hecho la transcripción del texto completo, de José Sánchez Rojas, dedicado a las mujeres que aparecen en 'Rinconete y Cortadillo'.
Podemos ver, -como apuntaba Gerardo Nieto, en su Blog Entre el Tormes y Butarque-,  que el escritor albense publicaba sus textos haciendo ligeras variaciones. 
Por ejemplo, en el último párrafo de los artículos en prensa de EL HERALDO DE MADRID, y de 
LA ESFERA, el texto de 1916 aparecía convertido en presente de 1922 y 1924: 
[...]" Toda España era y es un patio como el de Monipodio; los Chiquiznaques y las Carihartas, los Maniferros y las Escalantas, los Repolidos y las Generosas, mostraban y muestran, por todas partes, la carroña de su desvergüenza y osadía. ¡Advertid también que las tajadas de bacalao frito, las naranjas, las sabrosas aceitunas, mueven a Cervantes, el hambriento, a exclamaciones de gozo!”


(Dibujos de Marín)

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Para saber más de José Sánchez Rojas:


Blog 'Entre el Tormes y Butarque'
(manuscrito de 'La Generosa')
'Las mujeres de Cervantes'
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y siguiendo las Etiquetas en este mismo Blog.


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MIS OTROS BLOGS:

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Vuelvo a agradecerte que aportes este análisis de Sánchez Rojas, que desconocía. ¡Y gracias por doña Concha, claro!

Gelu dijo...


Buenas noches, profesor Ojeda:

Como ve José Sánchez Rojas llama Generosa a la Gananciosa.

Un abrazo