01 abril 2017

ANTONIO JOSÉ (10) D.JOSÉ SUBIRÁ (2) - LA AMISTAD





ANTONIO JOSÉ, MÚSICO DE CASTILLA
Jesús Barriuso Gutiérrez
Fernando García Romero
Miguel Ángel Palacios Garoz
Prólogo de José Subirá
Editado Madrid : Unión Musical Española 1980 

 


Miguel Ángel Palacios Garoz
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EN BUSCA DE UN MÚSICO PERDIDO ANTONIO JOSÉ
(Santiago Rodríguez Santerbas- Revista Triunfo 25/12/1971)
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"Folk-lore de Castilla-Cancionero Popular de Burgos- ( F.Olmeda
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EL COMPOSITOR ANTONIO JOSÉ

«La vida musical ofrece casos de meteoros luminosos –estrellas con rabo y no luceros deslumbrantes-, que brillan con una o dos obras en las cuales suplen las ajenas luces a las que ellos quisieran generar, para decaer al punto visiblemente, porque la juventud precoz había inspirado promesas falaces. Contrastando con estos infragenios, que viven a costa del crédito alcanzado con un par de éxitos y de la campaña que en pro suyo efectúan algunos perseverantes amigos, otros artistas realizan una labor modesta y siempre ascensional, sin arredrarse ante el silencio que en torno suyo se hiciera de un modo sistemático.
En este último caso se encuentra un compositor burgalés, cuyas obras, tanto por su cualidad, como por su calidad, le colocan en un terreno muy superior al que indebidamente ocupan otros colegas suyos, favorecidos por ninfas egerias de mayor o menor cuantía; pero encaramadas en púlpitos pontificales, desde los que lanzan sus destempladas voces «urbi et orbi».
Este compositor se llama Antonio José y dirige en Burgos un Orfeón que siembra la semilla del arte bajo aquel cielo castellano, además de cultivar la creación musical con ese generoso desprendimiento del árbol que da sus frutos sin preocuparse de quien haya de recogerlos, ni de si éstos servirán para hacer compotas riquísimas, merced a las formidables aptitudes de los reposteros del éxito, o de si los pisotearán con indiferencia suma quienes deberían detenerse a contemplarlos un instante para convencerse de que no se trata de mercancía averiada, sino de manjar jugoso.
Porque mientras hay meteoro de aquella primera categoría a quien los amigos le cuentan las veces que escribe cada día la clave de «sol» en el pentagrama, para llamar la atención sobre tan nimio detalle, con el que se pretende ver incluso un signo de sublime grandeza, de Antonio José no se habla sino de tarde en tarde, y casi como por cumplido o para salir del compromiso ineludible. Y, sin embargo, ¡cuánto debería hablarse de él! ¡Cuánto, sí, y cuánto debería elogiársele!
Yo a Antonio José no le conozco sino por sus obras, pues jamás he tenido la ocasión de estrechar su mano; pero le estimo cordialmente desde que puse ante el atril de mi piano sus tres «Danzas burgalesas» (publicadas por la Unión Musical Española). Y esta estimación fue aumentando al conocer en la misma forma otras obras suyas para piano; a saber: los cuadros de una danza campestre titulados «Evocaciones» y su amplísima composición «Poema de juventud», donde la inspiración se alía a la nobleza con un ambiente de modernidad que sabe detenerse ante los linderos de la extravagancia. Aquellas obras no tienen ni el acento personal ni las vastas proporciones que esta última. Inspiradas en el folklore, se enmarcaron en un bastidor más restringido; mas esto no amengua su mérito ni su interés.
A fines de la temporada anterior me fue dable advertir lo que Antonio José valía como autor de música sinfónica como autor del estreno de su bellísima «Suite ingenua» ( integrada por los tiempos Romance, Balada y Danza), rebosante de gracia, finura, distinción, claridad, espontaneidad y espíritu juvenil, como pudo apercibir el auditorio, que dio a esta obra su sanción, en tanto que, por los mismos días, acogió con gélida frialdad un trozo de Ernesto Halffter –perteneciente a su ópera «La muerte de Carmen»-, caracterizado por el gran aparato materialista, la fragmentación rebuscada y ese impersonalismo tan patente en toda la producción de este ex precoz y poco fecundo compositor.
Y ahora acabo de leer al piano la «Sonata gallega», de Antonio José. Amplia obra, sin tortuosidades ni retorceduras, sin concesiones a la vulgaridad fácil ni a la modernidad difícil; llena de rasgos líricos y de acentos apasionados; noble y pura en la robustez arquitectónica lo mismo que en la finura del detalle; exquisita emanación de un espíritu que no se preocupa de estar bien o mal con los pontífices de tal o cual camarilla, sino de hallarse de acuerdo consigo mismo. Elevada en el coral que la inaugura. Robusta en las grandilocuencias viriles de un tema que contrasta con otro femenino del primer tiempo. Enjundiosa en la «cancioncilla central». De gran fuerza rítmica y no menor brillantez en el «rondó» final, que se desarrolla cíclicamente. Obra digna de que la incorporen los pianistas en sus programas de concierto, aunque sea alternándola con ciertas bagatelas de buen gusto moderno que remozan los antiguos repertorios.
Quéjanse algunos de la penuria de compositores, porque sólo ven exaltados a dos o tres, unas veces con razón y otras con hipérbole, y porque sólo miran a los que, bullendo por Madrid, nutren ciertos «cotarrillos». Lo injusto de tales quejas queda bien demostrado con la presencia de creadores como Antonio José, a quien no necesitamos descubrir, porque ya está descubierto, y ante el cual es preciso descubrirse, pues sus obras lo sitúan en elevado nivel, aunque sobre ellas se guarde un silencio sospechoso e interesado, que me creo en el noble deber de quebrantar. »
José SUBIRÁ
(Publicado en El Socialista, 11 noviembre 1931, pág.6 - y en Diario de Burgos el 12/11/1931:2)

Copio de
                EN TINTA ROJA, Cartas y otros escritos de Antonio José (2002) - de

Miguel Ángel Palacios Garoz
pág. 167


«La relación entre Subirá y Antonio José se inició tras asistir aquél, el 29 de mayo de 1931, al estreno de la Suite ingenua por la Orquesta Clásica de Madrid, dirigida por Arturo Saco del Valle. Subirá se dirigió por carta al escritor Eduardo de Ontañón, amigo de Antonio José, elogiando aquella obra y anunciándole su propósito de publicar alguna crítica sobre ella. Al comunicárselo Ontañón a Antonio José, éste escribió su primera carta a Subirá. A esa primera siguieron otras cuarenta cartas y tarjetas postales, casi todas escritas en tinta roja, que Subirá conservó como un tesoro toda su vida y que hoy se encuentran, como parte de su fondo, en el CDMGC. También se guardan allí las respuestas de Subirá a las cartas de Antonio José. »

 Continuará...
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A modo de explicación

Se me ha ocurrido preparar esta entrada -a modo de pequeño homenaje-, a Jesús Barriuso Gutiérrez, como felicitación en su cumpleaños, y -una vez más- agradeciendo su trabajo y aporte de la gran documentación que podemos encontrar en ANTONIO JOSÉ, MÚSICO DE CASTILLA, (1980) los que deseamos conocer , y llegar a valorar el trabajo y personalidad de nuestro músico burgalés.
https://www.youtube.com/watch?v=Dr_q1Bg8X7c
Suite ingenua
«Homenaje de la OSBu al compositor burgalés Antonio José en el 80 aniversario de su muerte.» Director y piano solista: Javier Castro Villamor.


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6 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Me gusta el reconocimiento de Subirá. El genio brilla por muy escondido que esté.
Hermosos homenajes.
Besos Gelu

Gelu dijo...

Buenos días, Abejita de la Vega:
:)
Tengo hecha una lista de las personas amigas de Antonio José. Los apuntes, de cada una de ellas, dan para un libro. El señor Subirá, vivió 97 años, así que son varios tomos, sólo aprovechando lo que él recogió.
De las que me caen antipáticas, también. Pero no merecen más que lo justo, para que salga su retrato, que lo dice todo.
:)
Abrazos.

Amapola Azzul dijo...

Precioso homenaje Gelu.
Un abrazo.

Gelu dijo...

Buenas noches, Amapola Azzul:
:)
Gracias. Jesús Barriuso Gutiérrez, lo merece, como autor.
Copio unas palabras del ‘Prólogo’ de José Subirá en el libro ‘ANTONIO JOSÉ MÚSICO DE CASTILLA’:
“Esta producción permite conocer a fondo la vida y la obra del inmortal mártir burgalés Antonio José, por lo que aquí me limitaré a evocar noticias personales merecedoras de divulgarse, si no me equivoco. Entre las víctimas del ambiente bélico que traté con afecto él ocupa lugar preferente, pues siempre reconocí su espíritu humano y su bondad insuperable, además de sus méritos artísticos, y al conocer en Valencia, la primavera siguiente, su semioculto óbito, mi dolor espiritual apenas me dejó dormir”.
:)
Abrazos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Lo que más me gusta de esta entrada es el recuerdo de que en aquellos tiempos hubo momentos en los que fue posible la amistad incluso entre personas de diferentes opiniones. Se rompió todo luego.

Gelu dijo...

Buenas noches, Profesor Ojeda:

La amistad, entre gentes de bien, no se rompe.
Ni los vencedores, ni los que debían practicar y enseñar la 1ª epístola de San Pablo a los corintios, tenían interés en que las ideas diferentes pudieran debatirse para lograr mejorar la sociedad. Ignorancia y corrupción, que saben aprovechar los que quieren el poder a costa de lo que sea.

Saludos