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09 septiembre 2017

EDUARDO DE ONTAÑÓN (2) - LLANA DE ADENTRO Y LLANA DE AFUERA

ENCICLOPEDIA GRÁFICA - BURGOS
EDUARDO DE ONTAÑÓN
(Fascículo publicado en 1930)
EDITORIAL CERVANTES
Fotografías del Photo Club, de Burgos
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pág.1 "La provincia burgalesa es larga y estrecha como un barco; el bauprés apunta al mar, la botavara a tierra, a la más esencial tierra, a campos de Segovia y de Soria, la pura. Por eso todo el ánimo, toda la inquietud del mar cercano con que la invita el Norte, se lo arrebata el Sur, por el que tan encallada, tan terrosa se encuentra. Norte y Sur se separan y justifican aquí como en pocas regiones.
pág.3[...]La provincia burgalesa es larga y estrecha como un barco. Pero no hay que temer su huída a altamar. De un lado se lo impiden las montañas de Santander y Vizcaya. Del otro, la amarra fuertemente a tierra, a tierra dura y seca, la enjuta mano de Castilla" [...]
Continuará...



pág.23 "Restos del mercado de cereales en la plaza de la Llana, donde las Abadesas de Huelgas ejercían jurisdicción"
.....
EDUARDO DE ONTAÑÓN – BURGOS - ENCICLOPEDIA GRÁFICA-
.- FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE LAS HUELGAS
[ Alfonso VIII] Aunque ciertamente no se sabe con seguridad si es a él o a su mujer, doña Leonor de Inglaterra, a quien se debe la edificación de tan magnífico retiro. La voz ingenua y graciosa del rey sabio dice así en sus “Cantigas et Loores á Sancta Maria
"E pois tornous a Castela
De si en Burgos moraba,
E un hospital facia
Él, é su moller labraba
O Monasterio das Olgas."

Como tampoco se encuentra aclarado el motivo de su fundación, pues mientras unas versiones la atribuyen a desagraviar nefandos amores que este Alfonso tuvo con una judía de Toledo, otras encuentran su origen en la derrota de Alarcos, que parece hacerle recapacitar e impetrar la gracia del Altísimo.
El caso es que desde su inauguración fue este Monasterio lugar poderoso y defendido por singulares privilegios. Sus abadesas tenían autoridad de pequeñas reinas, dominantes sobre un extenso territorio de 51 villas y lugares “con mero y mixto imperio y conocimiento privativo en lo civil y en lo criminal, y nombramiento de alcaldes ordinarios, escribanos, alguaciles y funcionarios municipales” (Burgos y su provincia, por Jacinto Ontañón).
Más adelante, por autorización de Fernando el Santo, confirmada por el Papa Inocencio IV, “llegaron a ejercer jurisdicción civil y criminal dentro de la ciudad de Burgos, en la plaza de la Llana, donde se celebraba el mercado de cereales, y en ella mantenían un merino que, en su nombre, administraba justicia. Son notables los dos privilegios que llamaban de las legumbres y cueza El primero se reducía a una parte del tributo sobre todas las legumbres que entraban al peso general en Burgos; el segundo consistía en percibir una cuenca de trigo de cuanto se vendía en la Llana o se porteaba allí para venderlo. Este privilegio tenía la particularidad de que si el trigo se extraía de la Llana antes de cantar prima en la catedral, quedaba exento de tributo”. (Ob.cit.).
Con tan singulares preponderancias no es extraño que el Monasterio adquiriese muy pronto celebridad en el mundo cristiano. Los fundadores le habían escogido para panteón; era condición precisa para las profesas ser de familia real. Se coronaba en él a los reyes, y se les armaba caballeros, para lo que había una imagen de Santiago -que todavía existe- con una espada en la mano y los brazos movibles por medio de resortes, encargada de dar el espaldarazo. Lo que evitaba que fuese un súbdito quien desempeñase tan solemne misión. Por fin, fue el sitio elegido para guardar los trofeos que se tomaron a los moros en la batalla de las Navas.  Todo demuestra su hegemonía medieval. "Desde sus altares se partía al trono y al hoyo", comenta Grandmontagne en sus interesantes ensayos sobre Burgos.
Porque también la lista de reyes, infantes y demás personajes enterrados tras de los robustos muros, es larga y ceremoniosa: desde los fundadores,
pág.34
  [...]”el sacristán del Monasterio, de buena escuela baedekeriana.”
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ESTAMPA, n.º 218 -12 de marzo 1932,  pp. 32-33
(páginas 68 y 69 libro año 2006) 
[…]”Se abre a todo el mundo un monasterio …En el que hasta ahora no podían entrar más que los reyes”

Estampa, n.º 360 - 8 diciembre 1934, páginas 17-18 
(pp.169-170 del libro año 2006)
"Este año se ha pescado la última "tabla" de privilegio que existía en España…monjas de las Huelgas.

Artículos de Eduardo de Ontañón, publicados en la revista Estampa (1928-1936),
Edición de Ignacio Fernández de Mata y Juan Carlos Estébanez Gil -Burgos 2006.
(96 textos, desde 13 marzo 1928 a 13 de junio 1936)
Azorín con Eduardo de Ontañón
('Encuesta' páginas 195 a 198- detalle foto pág.197 libro)
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A modo de comentario

María Ángeles Merino, en una de las entradas que dedicó a 'LA CABEZA DE CASTILLA" de Azorín, nos decía:

"Epílogo en Burgos", en el capítulo XXV, para dar con lo de la Llana y los granos de trigo. Azorín realizó, al parecer, un viaje relámpago en automóvil que incluía paradas en Briviesca y en Burgos, con sensaciones de "déjà vu": 

(Copio un fragmento seleccionado) 

 "Sí; iba corriendo el automóvil, y yo me regodeaba por adelantado con las sensaciones que iba a experimentar en Briviesca. La fuente que yo había imaginado no la vi. Todo lo demás estaba en la ciudad, tal como yo lo había intuido...

Treinta minutos después me hallaba en Burgos. A las dos y media fui a ver la Catedral. Estaba cerrada. No la abrían hasta las tres. Por una calle que corre al costado de la Catedral pasé a un vasto ámbito...Leí instintivamente la placa que rotula la plaza...Hay en Burgos una calle de la Llana de adentro y otra de la Llana de afuera...Indudablemente me encontraba yo, al estar en esa plaza, en la llana de adentro...Ahora veo que entre los guijos del empedrado se veían granos esparcidos...

Las sensaciones de mi viaje, de mis minutos en Briviesca, de mi hora en Burgos, ahora las percibo en toda su profundidad. El epílogo de Burgos llega a producirme angustia. No había yo estado nunca en aquella plaza y, sin embargo, la había visto con claridad antes..."(1935)
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Burgospedia nos recordaba que Azorín llamó “Corazón de la tierra de Burgos” a La Bureba.
Como en el borrador se me hacía demasiado largo el comentario de respuesta a Abejita de la Vega, he preparado este post, al que seguirán una serie dedicados al fascículo que publicó Eduardo de Ontañón, 'BURGOS' en el año 1930. Y ahondaremos un poco en las fotografías.
Me pregunto: ¿Qué recuerdos venían al pensamiento de Azorín? ¡Cuántas páginas había leído de nuestra ciudad, y de sus gentes! ¡Cuántos visitantes de Burgos le habían hablado de sus monumentos, de sus calles, de la cultura, de viva voz y en sus escritos! ¿Desde cuándo José Martínez Ruiz, conocía a Ontañón?
Hay imágenes publicadas en prensa, una, por ejemplo, con motivo de una entrevista en la que el burgalés le preguntaba sobre sus recuerdos de Valle-Inclán. (Valle-Inclán visto por los hombres de 1898 -(Estampa, nº 417- 11 de enero 1936).
Los artículos de Eduardo de Ontañón, publicados en la revista Estampa (1928-1936), quedaron recogidos en un espléndido libro, Edición de Ignacio Fernández de Mata y Juan Carlos Estébanez Gil -Burgos 2006.
En próximos post, hablaré de los setenta y cinco artículos de Eduardo de Ontañón, que la citada revista Estampa, publicó desde julio de 1936 a enero de 1938.
NOTA
En este viaje en el tiempo, musical también, me hubiera gustado poner música de las Tres Cantigas de Alfonso X, en algunas de las dos versiones: para canto y piano, y para coro mixto compuestas por Antonio José, en 1929, y editadas por Max Eschig (París, en 1932). Grabadas en RTVE Música en 1997, pero no he encontrado nada en YouTube, ni en la Red.


https://www.youtube.com/watch?v=wMHMzfkU1gU
Exposición 'La Máquina del Tiempo' en Burgos
vídeo subido a YouTube por  Radio Arlanzón
min.1,11 a 1,16 la Llana de Adentro
(música: The Weeknd - Earned it)
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La molinera
https://www.youtube.com/watch?v=4B4okzAN11M
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02 febrero 2017

LA ESPAÑOLA INGLESA-NOVELAS EJEMPLARES


En la fotografía:
Novelas ejemplares
Ediciones Altaya-1994
La española inglesa
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Las mujeres de Cervantes -1916
Autor: José Sánchez Rojas
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Copio de Wikipedia
"La española inglesa es una obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra. Se trata de una novela bizantina que se publica en 1613, en el conjunto de doce novelas cortas escritas entre 1590 y 1612 que componen las Novelas ejemplares, bajo el título general de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento."
"La española inglesa narra el rapto de Isabela, uno de los despojos que los ingleses llevaron de Cádiz, y la captura de Ricaredo por los turcos. La novela es la historia de sus repatriaciones geográficas y religiosas, de la devolución de Isabela a sus padres verdaderos y de la reunión de los jóvenes amantes al final de la novela."


A modo de comentario
He transcrito completo el capítulo que José Sánchez Rojas, en su libro de 1916 'Las mujeres de Cervantes' ,  dedica a Isabela, personaje de 'La española inglesa'.    



“Estúvola la reina mirando por un buen espacio sin hablarle palabra, pareciéndole, como después dijo a su camarera, que tenía delante un cielo estrellado, cuyas estrellas eran las muchas perlas y diamantes que Isabela traía; su bello rostro y sus ojos el sol y la luna, y toda ella una nueva maravilla de hermosura.” (CERVANTES.- La Española Inglesa.)
Este párrafo, es el que José Sánchez Rojas escogió para iniciar el capítulo que en su obra 'Las mujeres de Cervantes' (1916), dedicó a la recreación del personaje Isabela (que el escritor albense gusta denominar Isabelita, como a Ricaredo-Recaredo y a Arnesto-Ernesto.  )
pp.59 a 65 "A todas horas piensa en su novio Isabela, Isabelita, que antes de dos años ha de recibirle por esposo y señor natural de su albedrío. La belleza de Isabelita, tan lozana, tan fresca, tan ingenua, aumenta por instantes.
Así como los grandes quebrantos del entendimiento rinden y deforman el cuerpo, apagan el fulgor de los ojos y arrugan y marchitan la piel, así también la esperanza del amor, el constante y no interrumpido pensamiento sobre el objeto amado, el deleite anticipado de la ventura soñada, convierten lo feo en hermoso y lo hermoso en hermosísimo. No hay muchacha más linda que Isabelita, que lleva los amores en el semblante y la ventura en el pecho.
En presencia de la reina de Inglaterra, la niña gaditana da de sí “la más hermosa muestra que pudo caber en una imaginación”. "Era la sala del trono-continúa Cervantes- sala grande y espaciosa, y a dos pasos se quedó el acompañamiento y se adelantó Isabela; y como quedó sola, pareció lo mismo que parece la estrella, o exhalación, que por la región del fuego en serena y sosegada noche, suele moverse, o bien ansí como rayo del sol, que al salir del día, por entre dos montañas se descubre. Todo esto pareció, y aun cometa, que pronosticó el incendio de más de un alma de los que allí estaban, a quien amor abrasó con los rayos de los hermosos soles de Isabela.”
La metáfora de los rayos nos hace sospechar que son dorados y rubios los cabellos de Isabelita y que sus ojos despiden el más vivo y mágico fulgor que puede describirse.
Lindamente ataviada y compuesta se muestra Isabelita en público. La protección de Clotaldo y Catalina, nobles señores del Reino Unido, el cariño y afecto entrañables que sienten hacia Isabelita han aumentado ante la pasión de amor que la profesa el hijo de ambos, Recaredo. 
Repasad estas extrañas páginas de La Española Inglesa; asistid al juramento de amor de Isabela y Recaredo; releed la insólita manera de tornar a ver la niña a sus padres, después de larga ausencia; venid con ellos a Sevilla; seguid sus pasos hasta el momento en que se muestra solícita y liberal la fortuna con Isabelita.
Isabelita vive en Sevilla junto al convento de Santa Paula. Hay junto al convento una plazoleta silenciosa y tranquila; hasta casa de Isabel llega el rumor de los cantos nasales y monótonos de las monjitas. En el convento vive una prima de Isabel; no hay monja de voz más peregrina y deliciosa que la prima. A todas horas platican las dos parientas; de deliquios místicos y de purísimos arrobos la esposa del Señor, de sus amoríos y esperanzas Isabelita. Nunca atraviesa nuestra doncella el río, ni pasea por Triana, ni se confunde con las gentes en la puerta de Jerez; su contentamiento está dentro de ella misma y no hay placer más sabroso que el de rumiar para adentro la callada dicha.
Isabelita espera al caballero inglés que ha de ser su marido; cuenta los meses, los días que faltan para expirar el plazo; no comunica sus esperanzas sino a su prima.
El amor hermosea cada vez más el rostro de Isabelita. La tranquilidad de su espíritu se espeja a maravilla en los ojos negros y dulces, en la suavidad y sosiego de sus maneras, en la dulzura de su voz y en el despejo y viveza de su mente. Cuanto más huye Isabelita de los requiebros y cortejos de la gente moza de Sevilla, más se empeñan los galanes en festejarla con músicas y otros amorosos pasatiempos.
Recaredo, su novio, no le escribe; año y medio ha transcurrido ya de ausencia. El corazón de Isabelita comienza a sobresaltarse ante la fatiga de la esperanza. La niña urde los más extraños pretextos para justificar la ausencia del que ha de ser su esposo; cuando llegue a Sevilla Recaredo, Isabelita le reñirá para perdonarle en seguida. Deleitoso ha de ser el noviazgo que preceda a la boda de nuestros amigos. Y en los momentos en que la fe quiebra ante la duda y la desesperanza, Isabelita se llega a la iglesia de Santa Paula, y postrada de hinojos ante un Cristo amoratado y llagado, pídele consuelo para sus cuitas y pronto remedio para los males de amor que abrasan y destrozan el corazón de la doncella.



La Española Inglesa
 (pág.65) Pintura de Mas y Fondevila

Un mensajero llega de Londres a Sevilla con una carta de Catalina, la madre de Recaredo. Temblando la coge Isabelita entre sus manos. Recaredo ha muerto en Italia, a manos del conde Ernesto, un pretendiente despechado de Isabelita. Serenamente recibe la noticia la doncella; haciendo un esfuerzo sobrehumano, sin derramar una sola lágrima, entra en su oratorio, se postra de hinojos ante una imagen y hace voto y promesa de ser monja.
Ha comenzado ya sus ejercicios y devociones la doncella; ahora ya no sale del monasterio de Santa Paula, Isabelita; con la prima platica del divino amor.
Ha llegado el momento de tomar el hábito; Isabelita se viste para honrar sus desposorios celestiales con su traje más rico; lleva la saya entera de raso verde acuchillada con que se presentó a la reina de Inglaterra; forrada de oro está la saya. Unas eses de perlas señalan las cuchilladas de su vestido. La puerta del monasterio está llena de gente principal y rica, invitada a presenciar la ceremonia. Isabelita sale de su casa acompañada de los padres, parientes y amigos. Al abrirse las puertas del monasterio y aparecer las monjas con sus tocas, un cautivo trinitario detiene la comitiva. Es Recaredo, el prometido de Isabelita, que no ha muerto en Italia, sino sufrido cautiverio de los moriscos. Se conocen ambos jóvenes, y la toma de hábitos se trueca en desposorios.
Se ha casado Isabela, Isabelita. El Cristo amoratado de las llagas sanguinolentas y de los ojos vidriosos ha perdonado la defección de la doncella. Recaredo renuncia las brumas espesas de su país y vive en Sevilla con su esposa. La ausencia, los extraños sucesos de su cautividad hacen más deleitosa la ventura de Recaredo. Isabelita ha tornado a arrodillarse a los pies del Cristo que venera en su oratorio. Los ojos vidriosos del buen Jesús dijérase que se han iluminado de un fulgor extraño de dulzura. El buen Jesús ha vuelto a confirmar su perdón generosamente.
Isabela, Recaredo, Inglaterra, Cádiz, Cervantes...
Estos nombres barajados hallan ecos de evocación en nuestro espíritu. Los nobles Recaredos siguen amando mucho a las lindas Isabelas. Dos siglos después de las aventuras de Isabelita, viene un inglés aventurero e impetuoso a Cádiz a cantar las delicias de las bellas gaditanas. Los ingleses no se han olvidado tampoco de las gentilezas de Miguel. Los conterráneos de Shakespeare tienen cierto aire de parentesco espiritual con nuestro Cervantes. Más que en los llanos de Montiel, ha penetrado Cervantes en los mimosos prados de Escocia, en las brumas del Támesis, en los viejos condados del Reino Unido. Un gesto de piadosa comprensión viene de los mares del Norte hasta la Península, glosando las andanzas del caballero manchego.    
p.64 “Los ingleses –contaba en Argamasilla un morador de la prisión de Cervantes al sutilísimo Azorínentran aquí y se están dando mucho tiempo pensando; uno hubo que se arrodilló y besó la tierra dando gritos. ¿No veis en esto el culto  -continúa Azorín- que el pueblo más idealista de la tierra profesa al más famoso y alto de los idealistas?”(1)

¿Y no es Hamlet hijo de Shakespeare? ¿Y no es Cervantes padre de Don Quijote? ¿Y no son las dudas del pálido príncipe de Dinamarca y los entusiasmos del enjuto caballero de la Mancha el más alto patrimonio de las densas nieblas de Inglaterra y del esplendente sol de nuestra España? " JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS (1916) 
(1) Azorín La ruta de Don QuijoteMadrid (1912) (cap. IX-Camino de Ruidera)
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José Sánchez Rojas publicó este texto con el título 'Las mujeres de Cervantes- Isabelita' en:
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Para saber más de José Sánchez Rojas:
Y siguiendo las Etiquetas, con su nombre, en este Blog 



Que buen año es el del cielo 
Intérpretes: Victoria Musicae (Josep R. Gil-Tàrrega)
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01 diciembre 2016

MIGUEL DE UNAMUNO - NIEBLA (5)

Fotografía de internet
(Todo colección)
Editorial Renacimiento. 1914 - primera edición
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NIEBLA (texto)
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Cap. XIX
[...]"Cuando doña Ermelinda llegó a casa y contó a su sobrina la conversación con Augusto, Eugenia se dijo: «Aquí hay otra, no me cabe duda; ahora sí que le reconquisto.»
Augusto, por su parte, al quedarse solo púsose a pasearse por la estancia diciéndose: «Quiere jugar conmigo, como si yo fuese un piano... me deja, me toma, me volverá a dejar... Yo estaba de reserva... Diga lo que quiera, anda buscando que yo vuelva a solicitarla, acaso para vengarse, tal vez para dar celos al otro y volverle al retortero... Como si yo fuese un muñeco, un ente, un don nadie... ¡Y yo tengo mi carácter, vaya si le tengo, yo soy yo! Sí, ¡yo soy yo!, ¡yo soy yo! Le debo a ella, a Eugenia, ¿cómo negarlo?, el que haya despertado mi facultad amorosa; pero una vez que me la despertó y suscitó no necesito ya de ella; lo que sobran son mujeres.»
[...]"Anunciáronle que una señorita deseaba verle. «¿Una señorita?» «Sí –dijo Liduvina–, me parece que es... ¡la pianista!» «¡Eugenia!» «La misma.»
[...]«Viene a conquistarme, a jugar conmigo como con un muñeco –se dijo–, a que le haga el juego, a que sustituya al otro...» Luego lo pensó mejor. «¡No, hay que mostrarse fuerte!»
[...]«¡A usted, don Augusto, le han engañado lo mismo que me han engañado a mí!» Con lo que se sintió el pobre hombre desarmado y sin saber qué decir. Sentáronse los dos, y se siguió un brevísimo silencio.
[...]–Y así, ¿podremos volver a ser amigos, buenos amigos, verdaderos amigos?
–Podremos.
[...] Volvióse Augusto, entró al gabinete, y al ver a Rosario allí de pie, con la cesta de la plancha, le dijo bruscamente: «¿Qué hay?»
–Me parece, don Augusto, que esa mujer le está engañando a usted...
–Y a ti ¿qué te importa?
–Me importa todo lo de usted.
[...]–La verdad es, chiquilla, que no te entiendo.
[...]–Como usted quiera. Pero fíese de esta chiquilla; fíese de... la Rosario. Más leal a usted... ¡ni Orfeo!
[...]Y se despidieron.
Y al quedarse solo se decía Augusto: «Entre una y otra me van a volver loco de atar... yo ya no soy yo...»
–Me parece que el señorito debía dedicarse a la política o a algo así por el estilo –le dijo Liduvina mientras le servía la comida–; eso le distraería.
[...] dejó de pronto Augusto la baraja sobre la mesa y preguntó:
–Di, Domingo, cuando un hombre está enamorado de dos o más mujeres a la vez, ¿qué debe hacer?
–¡Según y conforme!
–¿Cómo según y conforme?
–¡Sí! Si tiene mucho dinero y muchas agallas, casarse con todas ellas, y si no no casarse con ninguna.
[...]–Que a todos nos gusta, señorito, hacer papel y nadie es el que es, sino el que le hacen los demás.
–Filósofo estás...
–Así me llamaba el último amo que tuve antes. Pero yo creo lo que le ha dicho mi Liduvina, que usted debe dedicarse a la política.
–Sí, tiene usted razón –le decía don Antonio a Augusto aquella tarde, en el Casino, hablando a solas, en un rinconcito–, tiene usted razón, hay un misterio doloroso, dolorosisímo en mi vida. Usted ha adivinado algo.
[...]–¡Más, sí! De modo que usted tiene dos mujeres, don Antonio.
–No, no, no tengo más que una, una sola, la madre de mis hijos. La otra no es mi mujer, no sé si lo es del padre de su hija.
–"Y bien, ¿qué? –le preguntaba Augusto a Víctor ¿cómo habéis recibido al intruso?
[...]–¡No le llames así!
–Fue cosa tuya.
–Sí, pero no quiero oírsela a otro.
–Eso pasa mucho; el mote mismo que damos a alguien nos suena muy de otro modo cuando se lo oíamos a otro.
[...]Porque ya sabes lo que suelen decir los padres señalando a sus hijos: «¡Estos, estos son los que nos hacen viejos!» Ver crecer al hijo es lo más dulce y lo más terrible, creo. No te cases, pues, Augusto, no te cases, si quieres gozar de la ilusión de una juventud eterna.
–Y ¿qué voy a hacer si no me caso?, ¿en qué voy a pasar el tiempo?
–Dedícate a filósofo.
–Y ¿no es acaso el matrimonio la mejor, tal vez la única escuela de filosofía?
–¡No, hombre, no! Pues ¿no has visto cuántos y cuán grandes filósofos ha habido solteros? Que ahora recuerde, aparte de los que han sido frailes, tienes a Descartes,Pascal, a Spinoza, a Kant...
–¡No me hables de los filósofos solteros!
–Y de Sócrates, ¿no recuerdas cómo despachó de su lado a su mujer Jantipa, el día en que había de morirse, para que no le perturbase?
–No me hables tampoco de eso. No me resuelvo a creer sino que eso que nos cuenta Platón no es sino una novela...
–O una nivola...
–Como quieras."
Cap. XXIII
[...]"¡una idea, una idea luminosa, Orfeo! Convirtamos a la mujer, que así me persigue, en materia de estudio. ¿Qué te parece de que me dedique a la psicología femenina? Sí, sí, y haré dos monografías, pues ahora se llevan mucho las monografías; una se titulará: Eugenia, y la otra: Rosario, añadiendo: estudio de mujer ¿Qué te parece de mi idea, Orfeo?»
Antolín S. Paparrigópulos era lo que se dice un erudito [...]Su filosofía era la del malogrado Becerro de Bengoa, que después de llamar tío raro a Schopenhauer aseguraba que no se le habrían ocurrido a este las cosas que se le ocurrieron, ni habría sido pesimista, de haber bebido Valdepeñas en vez de cerveza.
[...]–Pero, bien, ¿qué opina usted de la psicología femenina? –le preguntó Augusto.
[...]–Habría que empezar por plantear una primera cuestión y es la de si la mujer tiene alma.
–¡Hombre!
[...]así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y misma alma, un alma colectiva
[...]–En efecto, la ciencia es comparación; mas en punto a mujeres no es menester comparar. Quien conozca una, una sola bien, las conoce todas, conoce a la Mujer.
......
A modo de comentario
Hay momentos muy divertidos en los capítulos de esta nivola. Para reír con Augusto evocando la imagen de las palabras de Víctor: "cuando anunciándoles Gervasio, recién casado, que se iba con su mujer a pasar una temporadita en París, le dijo: «¿A París y con mujer? ¡Eso es como ir con un bacalao a Escocia!» Lo que le hizo muchísima gracia a Augusto."
Una escena como la vida misma: "mendigo diciéndole: «¡Una limosna, por Dios, señorito, que tengo siete hijos...!» «¡No haberlos hecho!», le contestó malhumorado Augusto. «Ya quisiera yo haberle visto a usted en mi caso –replicó el mendigo, añadiendo–: y ¿qué quiere usted que hagamos los pobres si no hacemos hijos... para los ricos?» « Tienes razón –replicó Augusto–, y por filósofo, ¡ahí va, toma!» , y le dio una peseta, que el buen hombre se fue al punto a gastar a la taberna próxima."
"¡Me parece que sin darme cuenta de ello me voy enamorando... hasta de Liduvina!"
Y las confidencias a su perrillo: "Orfeo! Convirtamos a la mujer, que así me persigue, en materia de estudio."
Hay reminiscencias de detalles y escenas que hemos leído a Sánchez Rojas y a Azorín.

https://www.youtube.com/watch?v=AQdH3NUwGjU
Corazón loco
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10 noviembre 2016

MIGUEL DE UNAMUNO - NIEBLA (2)

Fotografía de internet
(Todo colección)
Editorial Renacimiento. 1914 - primera edición

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--Miguel de Unamuno- Sello 1970
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Comenzamos los primeros de los treinta y tres capítulos de la nivola.
En el Cap. I
Iremos conociendo a los personajes, como desfilando en un reparto de actores. Augusto Pérez, el protagonista -con su paraguas-, sale dispuesto a su caminar rutinario, sin rumbo fijo, paseo que le servirá para seguir a una joven hasta su casa. Ya no se nos irá la sonrisa, en los primeros capítulos de la lectura, disfrutando con las observaciones y pensamientos del “enamorado”.
Caminando con él, conocemos a la portera de la casa, a quien el personaje de don Miguel -hasta no saber su nombre- la distingue con el de ‘Cerbera’, y le dice el propio de la muchacha: doña Eugenia Domingo del Arco. Después de regalarle un duro añade más información:
[…]”–Es soltera y huérfana. Vive con unos tíos... “ […]”–Se dedica a dar lecciones de piano.”
Nos enteramos de que, la portera se llama Margarita,
Con la decisión de escribir a Eugenia vuelve a casa.

Cap.II
“Augusto, que era rico y solo, pues su anciana madre había muerto no hacía sino seis meses antes de estos menudos sucedidos, vivía con un criado y una cocinera, sirvientes antiguos en la casa e hijos de otros que en ella misma habían servido. El criado y la cocinera estaban casados entre sí, pero no tenían hijos.”
[…] "Entró en su gabinete, tomó un sobre y escribió en él: «Señorita doña Eugenia Domingo del Arco. EPM.» Y en seguida, delante del blanco papel, [...] Y se quedó dormido. [...]
[...]¡Misterios psicológicos! Así pensó Augusto, que se fue al comedor diciéndose: ¡oh, la psicología!
Almorzó con fruición su almuerzo de todos los días [...]
[…] fue al gabinete, tomó la pluma y se puso a escribir:
«Señorita: Esta misma mañana, bajo la dulce llovizna del cielo, [...]Perdóneme, Eugenia, y deje que le dé familiarmente este dulce nombre; perdóneme la lírica. Yo vivo en perpetua lírica infinitesimal.
»No sé qué más decirle. Sí, sí sé. Pero es tanto, tanto lo que tengo que decirle, que estimo mejor aplazarlo para cuando nos veamos y nos hablemos pues es lo que ahora deseo, que nos veamos, que nos hablemos, que nos escribamos, que nos conozcamos. Después... Después, ¡Dios y nuestros corazones dirán!
»¿Me dará usted, pues, Eugenia, dulce aparición de mi vida cotidiana, me dará usted oídos? »Sumido en la niebla de su vida espera su respuesta.
AUGUSTO PÉREZ.»

Y rubricó diciéndose: «Me gusta esta costumbre de la rúbrica por lo inútil.
» Cerró la carta y volvió a echarse a la calle.
[… ]“Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla espiritual era demasiado densa.”…” Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle.”
[…] –¿Hará el favor, señora Margarita, de hacer llegar esta carta a las propias blancas manos de la señorita Eugenia?
[…] tiene algo así como un novio[...] aunque creo que no es sino aspirante a novio[...] Acaso le tenga en prueba [...] puede ser que sea interino[...]
[…]”Sin embargo, entréguele esta carta y en propias manos, ¿entiende? ¡Lucharemos! ¡Y vaya otro duro!
–Gracias, señor, gracias.
[…]
Y se encontró a la puerta del Casino, donde ya Víctor le esperaba para echar la cotidiana partida de ajedrez.
Cap.III
–Hoy te retrasaste un poco, chico –dijo Víctor a Augusto–, ¡tú, tan puntual siempre!
[…]
–Pues allá va: ¿sabes lo que me pasa?
–Que cada vez estás más distraído.
–Pues me pasa que me he enamorado.
[…]
Pero ¡qué ojos, chico, qué ojos tiene mi Eugenia!
–¿Eugenia?
[…]
–¿La profesora de piano?
–La misma. Pero...
[…]
–Conque Eugenita la pianista, ¿eh? Bien, Augustito, bien; tú poseerás la tierra.
Cap. IV
[…]Muchas noches, antes de acostarse, solía Augusto echar una partida de tute con su criado, Domingo, y mientras, la mujer de este, la cocinera, contemplaba el juego. Empezó la partida.
–¡Veinte en copas! –cantó Domingo.
–¡Decidme! –exclamó Augusto de pronto–. ¿Y si yo me casara?
[…]
–Mi Eugenia... –empezó Augusto.
–¿Ah, pero se llama Eugenia y es maestra de piano? –preguntó la cocinera.
–Sí, ¿pues?
–¿La que vive con unos tíos en la Avenida de la Alameda, encima del comercio del señor Tiburcio?
–La misma. ¿Qué, la conoces?
[…]
«Pues señor –se decía al retirarse a su cuarto–, todos la conocen; todos la conocen menos yo. He aquí la obra del amor. ¿Y mañana? ¿Qué haré mañana? ¡Bah! A cada día bástele su cuidado. Ahora, a la cama.»
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A modo de comentario
Podemos leer en el libro de Emilio Salcedo, VIDA DE DON MIGUEL,
( p.173)[...]"La vivencia del escritor se manifiesta siempre en este aprovechar lo que tiene a mano. Y don Miguel lo sabía hacer a conciencia. Recuerdo (y perdóneme el lector esta referencia autobiográfica) cómo mi madre, que muy poco Unamuno leyó, y desde luego no su teatro, del que sí fue espectadora, me hablaba hace bastantes años de los personajes salmantinos que correspondían a El pasado que vuelve,[...] como me hablaba de los personajes reales de Nada menos que todo un hombre"...
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Desde la primera página me ha parecido apreciar que es un escrito en el que hay juventud. Aunque la novela se publica en 1914, don Miguel, la tenía escrita en 1907. Quizá transcribió algunas de las conversaciones de sus alumnos, cuando le acompañaban en sus paseos por Salamanca, y le hablaban de sus novias, de sus vivencias estudiantiles y familiares, y de otros profesores. En Augusto Pérez, con su paraguas, he pensado en Azorín, y en el modo de narrar me ha recordado a José Sánchez Rojas.
https://www.youtube.com/watch?v=YqYKWEJwZF8
Música: Astor Piazzolla, (Llueve sobre Santiago)

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22 octubre 2015

EL LICENCIADO VIDRIERA-(3) SEGÚN JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS




 ESTRELLA (pp.53 a 58)

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dirigida por el profesor Ojeda. 
 EL LICENCIADO VIDRIERA
(Texto completo- de Wikisource)
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He querido aportar algunos fragmentos del capítulo que 
JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS, dedica a interpretar 
EL LICENCIADO VIDRIERA


«Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad (Salamanca) una dama de todo rumbo y manejo.» 



... no somos de vidrio real y verdaderamente?


EDICIÓN 1916
(portada Josep Roca)

Copio de 'LAS MUJERES DE CERVANTES'

p.53"Cervantes no quiere decirnos cómo se llama esta dama que aparece por las páginas
 de El licenciado Vidriera, pero nosotros sabemos que se llama Estrella.
Vive Estrella en la calle de Pan y Carbón; el mes pasado vivió en la de Boneteros; su primera instalación recién llegada a Salamanca, fué en el Parador de los Toros. ¿De dónde vino Estrella a Salamanca?
Un denso misterio envuelve el pasado de esta linda y desenfadada señora. Mientras ella afirma que viene directamente de Flandes y de Italia, maliciosos hay que aseguran en Salamanca que no ha pasado de Valladolid. Estrella conoce a los poetas y dice con voz suave y regalada bellas canciones en toscano. Habla de Gante y de Amberes, de Florencia y de Bolonia...".




Lección de teología en la universidad de Salamanca; puertas de un armario barroco, 1614. Salamanca, Universidad, Biblioteca

[...] Recibe en su casa a estudiantes y profesores, y en ella se platica de amor con ingenio y donaire."
[...] Sus amigos parecen amantes, y sus amantes parecen amigos. En esta pequeña ciudad, donde todo se comenta y de todo se murmura, se forman las más extrañas cábalas y suposiciones en derredor de Estrella.
[...] ninguna leyenda sobre su persona es aceptada con unanimidad y sin recelo.
No parece tener Estrella el corazón interesado por nadie ni por nada.
[...]Y sin embargo...Y sin embargo, Estrella ama de amor a Tomás; al estudiante pobre que llena los estudios con el renombre de su ingenio; al muchacho inquieto que ha llegado de Italia para reanudar sus glosas y comentos en los estudios salmanticenses. Estrella ama de amor a Tomás Rodaja...
[...] de todos los recursos se valió Estrella para enamorar al estudiante
[...] Como en un potro de tormento, pasaba Estrella sus horas lejos del mancebo.
Tomás redoblaba, a cada instante, su frialdad y hurañez.
[...] Dama de rumbo y de manejo Estrella, como hemos dicho, o lo que es igual, cortesana encubierta y cautelosa, no hubo mozo en Salamanca que no tratara de rendirla.
[...] «Viéndose desdeñada, y a su parecer, aborrecida -escribe Cervantes- acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos.» No hubo vieja ni hechicera que no consultase la moza en esta dorada ciudad de la geomancia, de la hidromancia, de la piromancia, de la aeromancia, de la necromancia y de la astrología judiciaria.
 [...] Todos sabéis que Salamanca ha sido siempre fecunda en magias y hechicerías. La sombra de Don Enrique de Villena y del Marqués de Santillana sigue proyectándose en esta ciudad. Una morisca prometió a Estrella eficaz y saludable remedio para sus desventuras. Con un membrillo toledano, relleno de hierbas, había de seducir Estrella el corazón del licenciado. Logró Estrella que lo comiese Tomás; mas de pronto comenzó éste a herir de pie y mano y a decir, con voz temblona y atolondrada, que el tal membrillo le había muerto. Anduvo la justicia en el suceso, y Estrella, temerosa de afrenta y castigo, se puso a buen recaudo «y no paresció jamás».
No pareció jamás por Salamanca Estrella. Ni de su nombre quiere acordarse Cervantes.
[...] Certifica Cervantes de extraña locura la manía de nuestro licenciado. ¿Por qué? ¿Después de estas hondas catástrofes de amor con las Estrellas que nos salen al paso, no somos de vidrio real y verdaderamente? ¿No tenemos el corazón acorchado y embotada y entumecida la sensibilidad?  ¿Podemos asegurar que si Tomás no quiso a Estrella teniéndola al alcance del deseo, no cambió de parecer desde el punto y hora en que ella desapareció para siempre de Salamanca? ¿Hay algo más absurdo, más contradictorio, más desconcertante, que el corazón de un licenciado?"

A modo de explicación

José Sánchez Rojas,  en mayo de 1915 escribió e hizo el prólogo de su libro
 LAS MUJERES DE CERVANTES
Uno de sus capítulos lo dedica a la dama de rumbo y de manejo, que se enamora
 del licenciado Tomás, y que el escritor albense quiere se llame Estrella. Creo que es el único "defensor", y por tanto se me ha ocurrido que debíamos apreciar la interpretación que él hace, como gran conocedor de la obra de Don Miguel
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En una próxima entrada veremos la recreación que hace AZORÍN, de esta 'Novela ejemplar'.


A Quién Contaré yo Mis Quejas · Joaquín Díaz
Francisco de Salinas

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