MI ABUELA BRIVIESCANA -Capítulo I

Acianos, cogidos en agosto en unos días de vacaciones en Burgos

Foto de mi bisabuela, con sus hijas. Mi abuela es la mayor.
será de 1918, aproximadamente.

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Foto de mi queridísimo padre en Briviesca

(Escaneada de una hecha por mí, Los Santos 2001)

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Empezaré a contar -en capítulos- una historia, que como un puzzle 'difícil' me ha llevado mucho tiempo reunir y luego encajar todas las piezas hasta completarlo; pero que tras años de paciencia, y búsqueda, hoy en día tengo amplia documentación.

Como he dicho en alguna otra ocasión, en este mismo blog, mi abuela paterna era de Briviesca.
Al casarse fue a vivir a Burgos.
Me gustaba mucho ir a ver a mis abuelos, y en cuanto pude hacerlo sola, me presentaba en su casa y les daba una sorpresa. Los besos y la alegría estaban garantizados. Es más o menos como la escena que se repite en los encuentros con mi nieta.
Yo era la nieta mayor, y me encantaba ir a su casa donde además de su cariño de abuelos podía jugar en un patio, en el que había unos ciruelos que había plantado mi padre cuando era niño, y espacio suficiente para poder hacer de jardinera.
Mi abuela me contaba historias de cuando ella era pequeña, y me enseñó a escribir en números el cero, mil, un millón, billones y ...trillones.
Mi abuelo era muy devoto de la Virgen del Carmen, iba a diario hasta la iglesia antigua, y le acompañé muchas veces. Se pasaba un rato rezando, y creo que pensando. Yo aguantaba hasta que decía de volver, y de su mano regresábamos.
Mi abuela, iba -lo justo- a una pequeña capilla, el Zapatito Blanco, que estaba más cerca. Como ella conocía a alguna monja, recuerdo unas navidades que tras unos cuantos ensayos, canté -con un coro que organizaron- unos villancicos en un pequeño salón donde por las tardes de domingo también ponían alguna película.
Hasta que se hacía la hora de la comida, íbamos a dar un paseo por el Camino Mirabueno, junto a unas eras que había próximas. En sus charlas, me hablaba de sus tierras, que había heredado de sus padres, y decía que nunca había que venderlas. Recuerdo que en alguna ocasión coincidió la visita de la persona que las tenía arrendadas, y que debía ir a pagarles una pequeña cantidad.
Mi abuelo, que me adoraba, era la persona más recta y honrada que he conocido, solía dedicar un rato a ordenar papeles y a leer. Él se ocupaba de las cuentas.
Mi abuelo falleció en 1970.

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Cuando falleció la hermana de mi abuela, que vivía en Briviesca, ella dejó de ir. Creo que le daban pena los recuerdos.
Los nietos sí seguíamos yendo por las fiestas de San Roque.


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Yo fui la primera de la familia en venir a Cataluña, a comienzos de 1973, pero enseguida vinieron mis hermanos. Los puentes y las vacaciones los destinábamos a ir a Burgos.
Mi abuela falleció en 1973, cuando no hacía diez días de mi llegada a Barcelona.
Mi padre no quería preocuparnos con nada los pocos días que estábamos, pero por el aire estaba el tema de la herencia de las tierras de Briviesca.
¿Qué pasó de las tierras?...

Continuará.

En el campo nacen flores

canta: Joaquín Díaz

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