Algunos de los libros de José Sánchez Rojas y
traducciones que realizó de las obras de otros autores
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MEDITACIONES
En busca de Dulcinea
"En esta mi nueva lectura
de Don Quijote, vigésima lectura, reposada y tranquila; para recoger del manantial inagotable de sus
canteras el perfume que en el ánimo de Don Quijote y de Cervantes dejaron las
mujeres—la enana Maritornes, la vulgar Sanchica, la estúpida sobrina, la
inefable Luscinda, Lela Marien la dulce, la gentil Dorotea, la bella Clarita,
las dueñas cargantes, la burlona Duquesa, nuestra señora Doña Dulcinea,
conocida en su aldea con el nombre vulgar de Aldonza Lorenzo—digo, que al
releer el Quijote con ese propósito, el espíritu, en sus horas plenas de
libertad y de emoción que son los únicos momentos de su vida, protesta de la
limitación que le impone la realidad y la lucha por el pan de la esperanza.
Y
el lector se detiene en el capitulo VIII, y los dos que le siguen, de la
segunda parte, y torna á leer y releer, y meditar, esos tres capítulos. Se
detiene aqui con singular deleite y con extraña amargura tratan esos capítulos
de lo que le acaeció á Don Quijote cuando fue á ver á su señora Dulcinea y de
las burlas de Sancho. Y se advierte que la burla es un arma pobre de razón y
que la razón no vale nada junto al sentimiento. La burla supone una estrechez
cerebral y es una prueba fuerte de incomprensión ante el dolor humano.
Leyendo
el Quijote, no puedo soportar después, en muchos meses, á los ironistas
profesionales como Quevedo, por citar á los viejos, como Anatole France y Eça de Queiroz para que no se me diga que me olvido de mis tiempos. Y se advierte -insisto- que la razón no es el único motivo del
obrar y que la razón, el sentimiento práctico de conducta, es bien poca cosa
sin delicadeza, sin unción, sin bondad, sin
el total desdoblamiento del ánimo á toda
suerte de vicisitudes. Para comprenderlo
todo, hay que amarlo todo. No se penetrará
jamás enteramente en el espíritu de
Cervantes -no hablo ya de su obra literaria,
externa, de lengua y de estilo- si no
se ha sentido antes en el alma la fuerza
de un ideal, que, á pesar nuestro, nos
arrastra cuando parece que somos nosotros
los que le arrastramos á él. No se dará
uno cuenta de cómo Aldonza es Dulcinea,
y las ventas castillos, y los rebaños de ovejas ejércitos de gigantes, y las rameras
damas, sino purificamos, antes de la
lucha, en la lucha y después de la lucha,
las imperfecciones humanas para olvidarlas
y quererlas. Nadie más feliz, por ende,
que el Don Quijote del amor cristiano, San Francisco de Asís. Nadie más feliz tampoco
que el Caballero de la Triste Figura. O que aquella dama andante del ideal,
Teresa, que de niña quería irse con su
hermano Rodrigo á descabezar infieles, á
tierras de protervos herejotes. El toque está en proveerse de una morada para la
vida material, y sobre todo de un castillo
interior, como la Santa, ó de una fuerza
interior como Don Quijote, ó de un amor
á todos y á todo como el Santo de Asís, para la vida del espíritu, que no puede
vivir con ligaduras, ni con cadenas, ni
con limitaciones, los sueños que le dan la
libertad y de los que cobra el espíritu su
fuerza.
Recordad, conmigo, los incidentes de Don Quijote . Apretaré el recuerdo en
pocas palabras; no temáis fatiga. Marcha
Don Quijote á ver á su dama á la aldea
del Toboso; quiere el caballero la bendición
y la buena licencia de la dama para
continuar sus aventuras; aprieta á Rocinante,
porque la noche entra á más entrar,
y el hidalgo quiere dar con sus cansados
y molidos huesos en la aldea del Toboso,
para alcanzar el día en aquellos andurriales
manchegos de su amor. En el
camino habla Don Quijote con Sancho:
«Ninguna cosa desta vida -dice Don Quijote- hace
más valientes á los caballeros
andantes que verse favorecidos de sus damas».
Sancho así lo cree, pero apunta la
malicia de que el caballero recibirá la
bendición de su dama, desde las bardas
de un corral.
Amo y criado discuten. De ricos palacios
habla Don Quijote, y de galerías, patios
y corredores como digna morada de
Dulcinea. Sancho, burlón, materialista,
indiferente á los sueños del ideal, advierte
que todo puede ser, pero que él vio bardas
de corral en la morada de Dulcinea.
Don Quijote, al contacto de la realidad
con Sancho, afirma más y más su fe en el
idealismo. Bardas de corral ó verjas doradas
de jardín, ¿qué le importan al hidalgo?
«Cualquier rayo que del sol de su belleza -afirma
Don Quijote- llegue á mis ojos, alumbrará mi entendimiento y fortalecerá
mi corazón de modo que quede único
y sin igual en la discreción y en la valentía».
¡Admirable fe la del hidalgo! Las
cosas ya no son tangibles realidades, sino
sombras y apariencias; con hacer de las
bardas verjas, queda resuelto el problema
para el espíritu. Sancho no entiende
de sutilezas, pero da en el clavo cuando
afirma que vale más ser santo que caballero
andante. Lo que pasa -puntualiza
don Quijote- lo que pasa es que el oficio
de la caballería es una suerte de religión,
y así sostiene el hidalgo, no ya la igualdad
de los oficios y menesteres, sino la
santidad de todos ellos. «No todos podemos
ser frailes» -dice agudamente Don
Quijote-; en toda profesión se sirve á Dios y se puede alcanzar el ideal. Esto no lo
entienden, los literatos que reputan profesión
ilícita la de las armas ó los capitanes
que entienden cosa de juego y niñería el culto de las musas.
Así hablando llegan al Toboso caballero
y escudero. Dormía la aldea en sosegado
silencio. La noche era entreclara. Ladridos de perros atronaban el oído de nuestros dos amigos. Los vecinos del Toboso
dormían á pierna suelta en estas horas
altas de la noche. Sólo velaba el desasosegado
amor de Don Quijote, porque Sancho
estaba, á su modo, dormido. Dormido
y lleno de miedo, que su amo iba á descubrirle
las tretas de su fingido primer viaje
á Dulcinea. Nada de conciertos armoniosos -¡oh
picara realidad!- en la patria
de la dama. Rebuznan jumentos, maullan
gatos, ladran canes, gruñen puercos; en el silencio de la noche, sobre el fondo del
silencio del Toboso, redoblan tan lamentables y ásperos sonidos.
«Sancho, hijo, guía al palacio de Dulcinea, que tal vez la hallemos despierta».
Advierte que el caballero llama hijo á
Sancho; llámale hijo porque son horas de amor estas horas. «Sancho, hijo...» Una sola
palabra bástale á Cervantes para revelarnos
cabalmente el estado de espíritu
del enamorado y pobre caballero. Sancho
no se conmueve; no recuerda de palacio
alguno en la aldea del Toboso; en una casa
pequeña dice él que vio á Dulcinea,
cuando en verdad no la había visto jamás
en casa alguna, ni pequeña ni grande. No
advirtió don Quijote que Sancho no puede
ver jamás á Dulcinea. No quiere discutir con su Señor, y discretamente, juzga Sancho
que no son estas las horas de velar
Dulcinea. Don Quijote se deja convencer,
pero su fe en el amor recobra nuevos
bríos. El bulto obscuro de la iglesia parécele á Don Quijote el alcázar de Dulcinea.
Pero los ojos de la carne dicenle á Don
Quijote que no es palacio sino iglesia lo
que tiene delante y humildemente rectifica:
«Con la iglesia hemos dado Sancho...»
Han dado con la iglesia los dos. Sancho
tiene miedo de rondar cementerios á tales
horas; Don Quijote, que tiene que topar con el palacio de la hija de Lorenzo Corchuelo,
vive alejado de tan infantiles recelos
como hacen temblar de angustia á
su escudero. Sancho, para alejar el peligro
de su aventura, quisiera ver «comido
de perros» el alcázar de Dulcinea. No sabemos
cómo detiene su cólera Don Quijote;
después vemos que necesita su amor
de Sancho, es decir, de la materia, de la
forma, de la realidad—trabajo, dinero,
guía—como siempre necesita el Amor para
vivir. Sancho no ha visto nunca á Dulcinea,
pero Don Quijote... tampoco la ha visto. ¡Pobre caballero; necesita las confidencias
de Sancho para no morir de angustia!
Don Quijote tampoco ha visto á
Dulcinea; se enamoró de ella por la fama
de su honestidad y de sus virtudes. Entonces
Sancho dice su primera verdad,
que él tampoco ha visto jamás á Dulcinea,
pero no cree tal villanía el inocente caballero.
Y es que el amor sino se nutre, para
vivir, de verdades, se nutrirá de mentiras;
á la postre, es igual; necesita vivir, y
como no puede elegir de ambiente, acepta
de buen grado el que le dan.
Pero, al llegar á este punto, oyen amo y escudero un romance, y les sucede lo
que verá el lector, si tiene la paciencia
de leer el segundo artículo que dedico á
las huellas de Dulcinea, con el bagaje que
me dan mis meditaciones y mi experiencia
personal de las cosas, oteando, una
vez más, por el peregrino libro, biblia de
todos los aciertos y de todos los desaciertos
de nuestra raza."
JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS--
A modo de comentario
Intentaremos conocer -con las lecturas de los escritos de José Sánchez Rojas-, lo que pensaba de las mujeres que toman vida en los libros escritos por Cervantes.
En La Vanguardia, como en otras publicaciones, aparecieron los textos con sus opiniones.
Veremos en el año 1913, los dos artículos que tituló 'EN BUSCA DE DULCINEA'.
NOTA
He intentado respetar la ortografía, tal como aparece en el artículo, con las preposiciones (a)con tilde, y las conjunciones (o). Hay algunos "sino" que he sentido deseos de separar, o colocar [sic], pero al final me he limitado a transcribir.
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Dejo el enlace musical, de este bello villancico de Juan del Enzina,
que nos ofrece YouTube, diciéndonos:
"El arreglo para vihuela sola está hecho por Alfred Fernández"
Ay, triste que vengo
"Cancionero de Segovia", --
Para saber más de José Sánchez Rojas:
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MIS OTROS BLOGS:
6 comentarios:
Bonito trabajo. Besos.
Buenas noches, Amapola Azzul:
¡Gracias!
Parece que a las flores de la fotografía les ha gustado ese ratito de sol, en compañía y en la calle.
Un abrazo
Sánchez Rojas tiene a Cervantes y al Quijote metido en los huesos, no me extraña después de veinte lecturas.
Dice que no soporta a los que se burlan de los demás, hoy tendría a muchos a los que no soportar... Se me ocurre que por eso le caía tan mal la Pardo Bazán, que se cebaba con todo el que no le caía bien.
Ni adrede el encargado había puesto todos los sinos al revés, je, je.
Un abrazo.
Quijotesco Sánchez Rojas. Dulcinea es una ilusión, pero qué ilusión más bella.
Un abrazo, Gelu. Te leo y leo contigo a Sánchez Rojas, un desconocido para mí.
Buenas noches, pancho:
Sánchez Rojas, fue un Quijote.
Imposible no tomarle cariño. Tanto, que se llega a apreciar a los que se portaron bien con él.
La Condesa Pardo Bazán, fue una gran escritora, pero no sabía lo que eran privaciones. Era una mujer dura con los humildes, y lo veremos.
Sánchez Rojas, o ‘el cajista’de La Vanguardia, vemos que continúa con la ortografía de los “sinos”, también en el artículo siguiente. En nosotros está el acertar.
Saludos.
Buenas noches, Abejita de la Vega:
Cuando Sánchez Rojas publicó estos artículos en 'La Vanguardia', acababa de llevarse una desilusión -días antes- con una actuación de don Miguel de Unamuno, que no había permitido leer un escrito en homenaje de Julián Sánchez Ruano, tío abuelo de José Sánchez Rojas.
Hablaremos de este gran escritor, y de lo mucho que trabajó, por mejorar la situación de los desfavorecidos.
Saludos.
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