17 febrero 2017

DOY FE (3) ANTONIO RUIZ VILAPLANA- EDICIÓN 2010

En la fotografía, libros:

1)'DOY FE' (2010) - Antonio Ruiz Vilaplana -
Editor Carlos Olivares (Burgos)- Prólogo: Arturo Pérez-Reverte

2) 'Burgos, Marruecos y otras cuestiones de fe Un viaje en el recuerdo' -Carlos Olivares Ramírez
-
Carlos Olivares Ramírez, nos cuenta en su libro 'Burgos, Marruecos y otras cuestiones de fe Un viaje en el recuerdo', que la idea de reeditar el libro Doy fe, le nació en el año 2010, después de que Joaquín -uno de los compañeros en esa expedición- le hiciese la siguiente pregunta:

p.23..."Oye, Carlos, tú que andas entre libros, ¿Conoces uno que se titula Doy Fe? Es que me han hablado de él y tengo ganas de leerlo

Le contesté que era un libro muy viejo y que estaba agotado, pero que si tenía mucho interés intentaría conseguirle uno.

Joaquín me contó que su padre estuvo de conserje en Madrid en el edificio de la Real Academia Española y que siempre estuvo rodeado de libros."





[Carlos Olivares Ramírez]..."añade a la edición anterior: el Prólogo de Arturo y la Nota del Editor"

PRÓLOGO
p.9. «Hace doce años, un amigo funcionario de prisiones me invitó a tomar café y puso encima de la mesa un paquete de viejas fichas de cartulina de los años cuarenta.

-Échale un vistazo a esto- dijo.

Lo eché. Mi amigo había estado clasificando antiguos archivos carcelarios de los años siguientes a la Guerra Civil, de prisiones que ya no existían ; y a la hora de mirar los legajos procedentes de los años cuarenta, había encontrado algo curioso. Fui pasando las fichas, una tras otra. Siempre un nombre, profesión y demás datos, y acto seguido: Muerto en intento de fuga.
Seguí mirando fichas, y todas terminaban con la misma coletilla: Muerto en intento de fuga. Había treinta o cuarenta, y todas terminaban igual. Lo extraño es que la fecha siempre era la misma, que lamento no recordar con exactitud. Un día de otoño, me parece, del año 42. Mi amigo me observaba muy serio:

- Ese día quiso escapar demasiada gente, ¿no?

p.10 Miré las profesiones. Casi todos eran campesinos, obreros, gente muy humilde, con largas condenas o cadenas perpetuas por su actuación en la guerra civil. Había tres fichas con el mismo apellido, hermanos, supongo, de profesión jornaleros. A otro lo recuerdo bien porque me llamó la atención el oficio que figuraba en la ficha: aprendiz alpargatero. Justo ese tipo de infelices que nunca tiene quien le eche una mano, ni hable con el jefe local de Falange o el coronel amigo de la familia, o cosas así. Anónimos don nadie sin pena ni gloria. Algunos eran muy jóvenes, y tampoco faltaba gente mayor, labradores y peones con cincuenta o más años. En algunos de los motivos de prisión figuraba haber sido militantes socialistas, comunistas o anarquistas, aunque la mayor parte de las veces sólo se registraba su participación en tal o cual hecho. Ninguno de los cargos era extraordinario, ni vi delitos de sangre. Supongo que esa clase de presos ya estaban fusilados a tales alturas del año triunfal.

De aquellos infortunados y de los actos que les costaron la vida, recuerdo especialmente a uno: participó en la quema de una imagen sagrada. En el apartado profesión no figuraba nada, su origen era extremeño y andaba por los cuarenta años. La ficha llevaba grapado un papel que habían hecho firmar a su viuda cuando fue a visitarlo y le dijeron que su marido estaba muerto.

El café me supo amargo, como le sabe a uno el café cuando hurga en los rincones más sombríos de esta España desgraciada, donde durante siglos tanta pobre gente se estuvo fugando de cuarenta en cuarenta. Miraba nombres e imaginaba rostros quemados por el sol y arrugados de miseria, sin afeitar, con el miedo y la resignación que a un hombre, acostumbrado a sufrir desde que nace, se le pone en los ojos cuando mira el cañón negro de un fusil. Después, mi amigo reordenó el mazo de fichas y se lo metió en el bolsillo.

p.11-¿Qué vas a hacer con eso? -pregunté.

-Nada -se encogía de hombros-. Devolverlo a su sitio, supongo. Intentar olvidarlo.

- Pero alguien firmó esas órdenes -protestó mi antiguo instinto de reportero-. Detrás de cada una de esas fichas hay una mesa de despacho, un escritorio, un asesino. Igual anda todavía por ahí, viejecito honorable, flaco de memoria.

Mi amigo se echó a reír y dijo algo que nunca he olvidado:

-No seas idiota. Los asesinos somos tú y yo. Es este país. Somos todos nosotros.

Después cogió sus fichas y se fue, y me dejó sabiendo cosas que habría preferido no saber. Cada uno tiene sus propios agujeros negros, sus personales fantasmas que vienen de noche a tirarle de los pies; y a partir de cierto momento, ninguna falta hace aumentar el peso de la mochila. En cuanto a mi amigo el funcionario de prisiones, nos hemos visto muchas veces después de aquello, y no volvimos a mencionar el asunto. Pero por su culpa, en esas noches que te tienen mucho tiempo despierto en la oscuridad, estuve viendo a veces, durante semanas, el rostro de un aprendiz de alpargatero, o el de un pobre hombre sin oficio que quemó una imagen sagrada cuando la República, o el de una viuda obligada a firmar el expediente de su marido muerto, o las sombras de treinta o cuarenta infelices a los que alguien, hace ahora cincuenta y cinco años, decidió aplicar silenciosamente la ley de fugas.  

p.12 Todo eso ha vuelto a ocurrirme en fecha reciente. Y maldita la gracia que me hace. Otro amigo, Carlos Olivares, me ha pedido que prologue un libro que se propone reeditar: Doy fe, de Antonio Ruiz Vilaplana, que fue secretario de juzgado en Burgos durante el primer año de nuestra Guerra Civil. Como digo, Carlos es muy buen y viejo amigo mío, y nada puedo negarle. Pero habría preferido que el encargo se lo hiciera a otro.

Decía Manuel Chaves Nogales -exiliado republicano, aunque nada sospechoso de parcial ni extremista- que a partir de 1936 la estupidez y la crueldad se enseñorearon de España. Que el caldo de cultivo de nuestra sangrienta guerra civil fue  un virus germinado en los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín con las etiquetas de comunismo, fascismo y nacionalsocialismo. Y que el inadvertido hombre celtíbero, inculto, rencoroso y a menudo hambriento, se contagió con rapidez. Y así, después de tres siglos de barbecho, de ignorancia, de injusticia y de miseria, la tierra sedienta de esa infeliz España hizo pavorosamente prolífica la semilla de nuestra estupidez y nuestra crueldad ancestrales.

"Es vano el intento de señalar -escribió Chaves Nogales en Francia, en 1937-  los focos de contagio de la vieja fiebre cainita en este o aquel sector social, en esta o aquella zona de la vida española. Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos en que se partiera España".

p.13 Es muy útil tener presente esas palabras, a modo de epígrafe introductorio, a la hora de enfrentarse al texto estremecedor que, por las mismas fechas, y también en el exilio, escribió en Francia  Antonio Ruiz Vilaplana, secretario judicial en Burgos, capital de las tropas sublevadas contra la República. Incapaz de soportar por más tiempo las atrocidades de la represión, Ruiz Vilaplana había huido de la España nacional, y al otro lado de los Pirineos decidió dar fe por escrito de aquello en lo que, por su cargo oficial en los juzgados burgaleses, había sido testigo e involuntario cómplice. Lo hizo en un estilo al que sin duda no era ajena su profesión: conciso, riguroso y sin otros adjetivos que los imprescindibles. El resultado es un libro demoledor, pese a su brevedad, que estremece a cualquier lector de buena fe que se sitúe ante sus páginas.

Los dos bandos cometieron atrocidades. Idénticas, a menudo. La misma gentuza, según donde el azar la situaba, dio rienda suelta a su negra alma lo mismo bajo el mono de miliciano que bajo la camisa azul de falangista. A veces, la guerra y la sucesión de los acontecimientos, la condición humana misma, convierte algunas de esas atrocidades en inevitables. Incluso, a juicio de algunos, en naturales. El ser humano es como es, y los crujidos de la historia tienen su propia dinámica. Pero lo que cuenta Antonio Ruiz Vilaplana, secretario judicial de Burgos, no tiene justificación histórica ni social ninguna. Está en el extremo de la crueldad y la saña gratuitas sin otro móvil que el odio y la barbarie. Y también la cobardía de quienes, como el propio autor reconoce de sí mismo, no tuvieron el valor inmediato de oponerse a la sinrazón de los verdugos, por no acabar, también, en las mismas fosas comunes. Sabemos que eso ocurrió en los dos lados; pero libros hay que cuentan otros aspectos de las cosas, las diferencias reales o supuestas, el enfoque objetivo o maniqueo a la hora de enjuiciar los actos de unos y otros asesinos. Que el lector acuda a esas fuentes, si gusta. Así comparándolas a la luz del sentido común, podrá sacar sus propias conclusiones sobre aquellos tres años en la zona controlada por cada bando, y sobre las prolongadas consecuencias de aquella tragedia española durante la dictadura del vencedor. 

Este libro cuenta una parte mínima, pero significativa, de esa tragedia; y basta leer unas pocas líneas para convencerse de la honradez de su autor y de la fidelidad extrema de cuanto narra. Aunque abunda en interesantes retratos de personajes históricos y en consideraciones generales utilísimas para comprender importantes aspectos del conflicto -el general Mola, Franco, la Falange, el Requeté, el siniestro papel de la Iglesia alineada con los verdugos en la zona nacional-, en su mayor parte se circunscribe a la provincia de Burgos, capital de la España rebelde que pronto sería franquista. El puntilloso secretario de juzgado desgrana, queriendo aliviar su conciencia, los crímenes que la sociedad burgalesa, católica, bienpensante, amante de la paz social y el orden público, cometió o toleró sin que a nadie temblara el pulso. La brutal e impune represión en una pequeña ciudad donde la República apenas se había hecho sentir cuatro años después de su proclamación; donde no se habían registrado quemas de iglesias ni desórdenes previos, y donde los ejecutados del primer momento fueron los primeros e ingenuos sorprendidos por la suerte espantosa, desproporcionada, que sus verdugos les deparaban. Limpieza social, fosas comunes, torturas, violaciones y pillajes, dejación de la dignidad nacional en manos de tropas alemanas e italianas, ejecuciones sistemáticas de presos, litros de agua bendita con que las jerarquías eclesiásticas hisoparon todo aquello, constituyen el paisaje estremecedor por el que se mueve este relato fiel, escrito por un hombre honrado. Por alguien que pudo contentarse, sobrevivir, callar y medrar, y no lo hizo. Si la lectura de Doy fe remueve cómodas certezas e inquieta el sueño tranquilo de algunos, tanto en la ciudad de Burgos como fuera de ella, su reedición habrá merecido la pena.
Arturo Pérez-Reverte
De la Real Academia Española
...Continuará...


A modo de comentario

A los que nos gustan los libros, el tener en las manos uno, se convierte en una posible aventura. Sus páginas no se sabe dónde pueden llevarte con la imaginación. Y si son lugares y personajes reales, y un testimonio como el que hay en 'Doy fe', tal vez les dediques muchas horas. Si en el camino se encuentran personas que también lo han leído, y aportan sus interpretaciones, estudios y descubrimientos, es -aunque muy triste como en este caso en el que queda patente lo oscuro de la condición humana-, cuando también se aprecia la valentía de las que no siguen la corriente a los que a costa del sufrimiento de otros, sólo buscan medrar escudados hipócritamente desde todos los tiempos. 
---


En libro 'Burgos, Marruecos y otras cuestiones de fe -Un viaje en el recuerdo'
p.73
El Correo de Burgos 13/10/2010...
3 Artículos:
El prólogo de Arturo Pérez-Reverte

Doy fe  Artículo firmado por R. Pérez Barredo.  

Reeditan la descarnada crónica del secretario judicial del Burgos del 36.
Artículo firmado por: P.C.P.


p.80 XL Semanal 28/11/2010. Internet y desparrame -Arturo Pérez-Reverte



--

--
Siguiendo las Etiquetas, con los nombres, se puede llegar a otras entradas en este mismo Blog.
Ediciones anteriores 'Doy fe':
1937- Éditions - Imprimerie Coopérative Étoile -Paris
1977- Epidauro Ediciones -Barcelona
--

RTVCyL [Radio y Televisión de Castilla y León]
Félix Iglesias - ABC de Castilla y León
Joaquín Sánchez Torné - El Correo de Burgos...
director de informativos: Eduardo Gordaliza
Edición: Enrique Berzal
Realización Raúl Sancho

https://www.youtube.com/watch?v=XwQXsDBZ3pM
Carlos Olivares Ramírez:(min.8,23): "La Memoria histórica de este país es muy floja, y muy débil y muy interesada"
OLIVARES-LIBROS ANTIGUOS

Programa Primera Hora -(Recogida referencia  en p.77 de 'Burgos, Marruecos y otras cuestiones de fe')
Enrique Berzal entrevista a Carlos Olivares, editor de la obra "Doy fe" de Antonio Ruiz Vilaplana (15/11/2010)
.[..]¿cómo surge la idea de reeditar este clásico de Ruiz Vilaplana? 
...Bueno esto hace muchos años ...que siempre había algún amigo que solicitaba  el libro....y luego se han juntado tres condiciones que son las que dieron el paso final:
Uno era la oposición de determinadas personas a que aquellas personas que perdieron durante la guerra civil a sus familiares tuviesen problemas para intentar hallar sus cuerpos; otro es el intento de algunas personas de cambiar la realidad de la historia; y por fin pues una conversación que mantuve con Arturo Pérez-Reverte en la que yo le manifesté la idea que tenía desde hace tiempo de reeditar este libro y él fue el que me animó definitivamente a hacerlo..."

--
MIS OTROS BLOGS:

5 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Querida Gelu:

Buscando en los archivos, creo que es donde te encuentras la verdad, disfrazada, la mayoría de las veces, de mentiras. Esto que cuenta del libro, que me parece muy interesante, lo hemos visto nosotros, repetido y repetido en documentos, donde la mayoría de los presos y condenados a muerte eran, qué casualidad, "comunistas, o anarquistas peligrosos" y a la hora de saber qué crimen habían cometido, se quedaban en nada o lo que se les achacaban, no tenía ni pies ni cabeza.

Hubo mucho odio y mucha represión en aquellos aciagos días. Hay un libro que tengo en casa que se titula " La herencia del centeno", está escrito por, ahora no lo recuerdo, porque lo tengo en el pueblo, que es de Hontangas, un pueblo muy cerca del mío y aunque tiene sus fallos y creo que está escrito con demasiada imaginación y no es del todo objetivo, nos muestra, las barbaridades que se hicieron en la Ribera del Duero, en los primeros años de nuestra maldita guerra civil. Es interesante leerlo, aunque no aporta nada sobre tu amado Antonio José.

Tomo nota de todos tus enlaces que son muy interesantes.

Preguntaré en la Biblioteca de Aranda y ya te contaré.

Besos

Gelu dijo...

Buenos días, Luz:
A Antonio José le tenían una enorme envidia. No perdonaban que una persona de clase humilde tuviera talento.
Y la muerte de su hermano en iguales circunstancias, padre de dos niños pequeños.
El ocultamiento de sus partituras, y la aparición -de las mismas- años después, por arte de magia. La prohibición de tocar su música.
Hay que leer sus escritos, y cotejar sus composiciones. Ahí está la verdad y la clave.

Abrazos.
P.D.: Busco un poco de información en internet del libro que dices: ‘La herencia del centeno’. De Pablo Sanz Yagüe.

Rosa dijo...

Buenas noches, Gelu:

Iré leyendo poco a poco la detallada información que dejas.

Muchas gracias.

Un beso, Gelu.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Rosa:

Sé que lo harás. Gracias a ti por todo.

Abrazos.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Rosa:

Me fijo en la hora que aparece en tu comentario y tu reloj va muy adelantado.

Abrazos.