25 febrero 2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - CERVANTES - EL ESPÍRITU DEL QUIJOTE


LAS MUJERES DE CERVANTES
Autor: JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS
(En el PRÓLOGO: 'Al que leyere' : Mayo 1915)
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Artículo: 'LA VANGUARDIA' 25 de Diciembre de 1915 -página 11

GLOSAS CERVANTESCAS I 
El espíritu del Quijote

"El espíritu del Quijote ¿Cuál es el espíritu del Quijote? ¿Qué se propuso Cervantes al escribir su libro? ¿Obedeció á un plan preconcebido, á una tesis inicial? Nos parece que bien vale la pena de escribir sobre este tema en el número extraordinario que dedica LA VANGUARDIA á la conmemoración del tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes.
Sobre el Quijote, sobre la Divina Comedia, sobre los dramas de Shakespeare, se han hecho toda suerte de cábalas y de suposiciones. Esos libros han sido siempre la Biblia de todos los textos, la justificación de todos los credos literarios, el santo y seña de las innovaciones más peregrinas. Cervantes y el Alighieri y Shakespeare han sido sucesivamente clásicos, románticos, naturalistas, simbolistas, veristas, humanos y divinos. Han sido el patrón eterno de todas las modas. Han sido el lábaro de todos cuantos han agitado una idea con visos de novedad. Han servido de pantalla á todos los que se atrincheran en posiciones conservadoras y de municiones para los ataques de todos los revolucionarios. Y unos y otros han tenido siempre razón. Estos autores — el castellano, el toscano, el inglés — han resistido á todo intento de clasificación, esto es, de limitación de las gentes y nos han advertido de la torpeza que se comete al querer encastillar la expansión del espíritu en los calabozos deleznables del tiempo y del espacio.
¿Qué se propuso Cervantes al escribir su libro? Posiblemente, no se propuso nada más que escribir, borrar sus amarguras con las fiestas de la imaginación, ocultar sus dolores íntimos bajo el manto diáfano de la fantasía. Y él fue escribiendo, escribiendo, á salga lo que saliere, y se fue encariñando, identificando con los hijos de su ingenio, y advirtió que su obra estaba bien, y lo que comenzó por un deleite estético acabó por una confidencia dolorosa. Debajo del escritor, está el hombre; debajo de la ficción literaria, vive, palpitante y fresca, la realidad del dolor; en los sueños, de Alonso Quijano el Bueno se descubren los girones de los sueños del propio Miguel de Cervantes; á través de las aventuras caballerescas y escuderiles del buen hidalgo y de su edecán inseparable, se percibe la huella da un hombre que sufre, que es incomprendido, la necesidad de la afirmación de un alma, que para llamar la atención sobre sus anhelos, cubre sus pantorillas con cascabeles.
Todo hombre vulgar que lee el Quijote celebra seguramente las burlas de que es objeto el buen caballero; todo hombre que ha presenciado la muerte de algún ideal querido, compadece y comprende las torturas del pobre don Alonso. Un tendero se ríe de Dulcinea y un espíritu delicado no soporta el tufillo que desprende Aldonza Lorenzo. Quiero decir que en el Quijote hay argumentos para todos los gustos; que con el libro en la mano podemos defender la codicia de Sancho y con él en la mano también podemos arbitrar toda suerte de recursos mentales para apadrinar el loco desinterés, la ausencia de realidad del Caballero de la Triste Figura. Ese libro es, en suma, un fragmento de vida humana, que ha pasado por los más complejos estados cordiales é intelectivos, en el que han quedado huellas de las ideas más contrarias y heterogéneas.
Cervantes admira unas veces á Don Quijote y otras se burla de él; Cervantes nos habla de un Sancho cazurro, socarrón, interesado, y á medida que va desarrollando la trama de su ficción, le va contagiando poco á poco de los ensueños de su señor. Don Quijote va dejando sus sueños en los zarzales del camino y se va contagiando de realidad, hasta que se abraza á ella enteramente en la hora de morir. En esta lucha épica entre el espíritu y el ambiente, las dos figuras van perdiendo su relieve inicial, cobrando otros matices bien distintos. Sancho se va quijotizando á medida que Don Quijote va bebiendo en la amarga fuente de la vida. Don Alonso es caballero, y luego pastor, y á la hora morir, quiere ser, á secas, aquel Alonso, estimado de sus convecinos, á quien sus costumbres le dieron el sobrenombre de Bueno. Y pensamos, al cerrar las páginas finales de la novela inmortal, que Sancho se ha trocado en caballero andante y que, al contagio de la locura heróica de su señor, ha de buscar una dama andante ó ha de revestir á su muier — Teresa — de las prendas de las más altas y linajudas princesas del mundo de los ensueños de nuestro pobre corazón, sediento de ternuras. Cervantes encarna en las dos figuras centrales de su epopeya, las fuerzas de cuya ponderación depende el sosiego de la vida. Nuestros sueños han de nutrirse de frutos de realidad. Nuestra realidad ha de ir envuelta en la neblina azul de nuestros sueños. Debemos, sí, aspirar al mundo de los ensueños, pero es yendo antes á la conquista de la realidad. Sueños que no se viven; antes destrozan que fortalecen el espíritu. Realidades que no se sueñan, que no se ganan, á las que no nos damos con toda la generosidad de nuestro corazón, dejan el alma insatisfecha y dolorida.
¿Qué se propuso,—tornemos á repetir,— Cervantes al escribir Don Quijote? ¿Cuál es el espíritu, la tesis inicial, el pensamiento central,—que dicen ahora los sociólogos,—de la obra de Cervantes? ¿Encarnó en Don Quijote la fuerza del entusiasmo y en Sancho Panza la incomprensión ambiente? Advirtamos que estos personajes, tan reales, son, sin embargo, dos aspectos distintos de consideración ante la vida. El genio estriba precisamente- en haber encarnado en dos hombres dos posiciones, no tan opuestas como parece, del espíritu humano frente á la realidad, de cuya fusión brote el pleno sosiego, la seguridad en nosotros mismos, la conciencia de nuestra limitación, de nuestra resignación y de nuestro sacrificio ante las cosas.
Don Quijote amó á Dulcinea, ficción caballeresca, sombra de mujer, idea más que carne de ensueño; es decir, Don Quijote—diga lo que quiera el señor Unamuno de los amores contenidos y castos, de los que sólo se sustentan de miradas y de deseos que no han de realizarse,—no amó. Más sabía Sancho de mujeres, con saber solamente de su Teresa, que el pobre don Alonso, que no sacrificó sus aventuras á la paz de un hogar y al reposo que sigue á la renunciación de nuestros ensueños impracticables. Y no logró cosa alguna de sus propósitos descentrados; nadie le hizo caso; nadie comprendió el ardor que ponía en sus empresas generosas. Y con nadie pudo compartir sus torturas y sus anhelos.
Muchas veces he leído Don Quijote. En los momentos más opuestos de mi vida espiritual. Con el corazón deprimido y con el corazón rebosante de confidencias. No hace aun tres meses que lo cerré, despues de repasarlo con toda calma para ciertos menesteres editoriales, y se dijera que acababa de reñir con Don Quijote de reconcilirme con Sancho, de sentir piedad por los bachilleres, hasta de manifestar ciertos deseos de fingidas zalemas ante los duques.
Y es que veía, que comenzaba á ver al héroe de la Mancha á través de los primeros sueños perdidos de mi juventud. A través de mis 30 años, contemplo hoy el espíritu del Quijote. Y después de topar con los yangueses, de desatar á los galeotes, de conocer las maritornes de las ventas, no siento deseos—¡Dios mío!—de redimir doncellas equívocas, viudas incomprendidas, de soltar por las calzadas á foragidos, de rogar á los yangueses que confiesan que su ensueño es el más hermoso de todos. Mi mundo es mi huerto, y tu mundo es tu huerto, lector, y nuestro deber es cultivarlo, sin pensar en los huertos vecinos. No es la fórmula del egoísmo; es la conciencia de la limitación.
El mundo es ancho; todos los caminos nos solicitan á la vez; no dejemos al Rocinante de nuestra impaciencia que vaya por donde guste; refrenémosle—solamente Dulcinea—que no el ventero puede armarnos caballeros andantes. Queremos la vida; hundámonos en ella; pongamos todos los amores en un solo amor en una sola mujer. Reduzcamos todas las aventuras á una sola á la de huir del renombre, de la fama, que es cosa transitoria. Ganemos nuestra alma, hurtémosla á las solicitaciones del ambiente, y cuando la vida sea dura, cuando el Bachiller nos incite á la polémica, cuando los yangueses se burlen de Dulcinea, refugiémonos en unos ojos claros. Hagamos feliz enteramente á uno solo antes que medio felices á todos. No dejemos nacer en nuestro corazón iniciativas que se malogren. No nos azotemos en Sierra Morena por sombras de ficción. Pongámonos á bien con nuestra alma, para ser caballeros y cristianos.
Así veo el Quijote hogaño; un poco lúgubremente, un poco tristemente quizás...."
JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS

- A modo de explicación - 

Durante el año 1915, José Sánchez Rojas publicó en LA VANGUARDIA, de Barcelona, una serie de preciosos artículos sobre Cervantes y 'El Quijote', que él tanto había leído, pero también sobre la importancia de 'Las Novelas ejemplares', y el resto de la obra del gran escritor.
He querido comenzar, transcribiendo el texto como apareció en sus páginas el día de Navidad. Iré marcha atrás, en sucesivas entradas, hablando de los anteriores. Veremos que -en el fondo de todos-, espera la seguridad de un lector, que no siempre le demostró su aprecio en justa correspondencia: su profesor D. Miguel de Unamuno.
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https://www.youtube.com/watch?v=e-iS3Gku-S4
Chopin
Balada para piano n.º 3
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(Se me ha ocurrido acompañar con esta música, pues José Sánchez Rojasen  su librito Mercedes, publicado 21 junio 1923, escribe, cap.V:[Mercedes]"Unas veces se sentaba al piano y revivía los sueños serenos de Beethoven o las angustias trágicas de Chopin con religiosa unción")
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Para saber más de José Sánchez Rojas:
Blog de Gerardo Nieto: 'ENTRE EL TORMES Y BUTARQUE'  

Mi entrada: 14 abril 2012  y seguir ETIQUETAS
Mi Blog: FLASES

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MIS OTROS BLOGS:

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Buena recuperación. No conocía este artículo, así que me lo apunto. Gracias.

pancho dijo...

Un texto de hace cien años, a propósito del tercer centenario. Unamuno había publicado La vida de don Quijote y Sancho en 1905.
Qué artículo más bien escrito.Reflexiones muy atinadas.
La foto por la que preguntas es de Santoña. Las otras de un grupo escultórico creo que de Laredo.
Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Cervantes escribía,escribía, para leerse a él mismo. ¿Y qué era él mismo? Su azarosa vida, sus lecturas, su ideología, sus creencias, todo. Y fue moldeando a don Quijote que tenía mucho de él mismo. Y le permitía decir lo que no se podía decir en la España de los ya decadentes Austrias. El artículo de S.R. es muy bueno, el de un lector exhaustivo del Quijote.
Año quijotesco. Buena aportación.

Besos Gelu.

Myriam dijo...

Me guardo tu entrada para leer de nuevo con calma, ya estuve
viendo en WP quien era Don Sánchez Rojas.

Como dice Abejita, estamos en año quijotesco,
y el tuyo es un muy buen homenaje.

Muchas gracias por tus felicitaciones en casa por mi
nueva nieta.

Besos