18 octubre 2018

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ -CIEN AÑOS DE SOLEDAD (6)

Plaza&Janés, S.A. Editores
(Sexta Edición 1977)
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en el que recogía los alimentos que iban apareciendo a lo largo de las páginas de esta obra.  

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II

[...] «cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de su marido, saltaba por encima de trescientos años de casualidades, y maldecía la hora en que Francis Drake asaltó a Riohacha, Era un simple recurso de desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia. Eran primos entre sí. [...] Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas.

[...] José Arcadio Buendía, con la ligereza de sus diecinueve años, resolvió el problema con una sola frase: «No me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar.» Así que se casaron con una fiesta de banda y cohetes que duró tres días. Hubieran sido felices desde entonces si la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de pronósticos siniestros sobre su descendencia, hasta el extremo de conseguir que rehusara consumar el matrimonio. Temiendo que el corpulento y voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula se ponía antes de acostarse un pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba por delante con una gruesa hebilla de hierro. Así estuvieron varios meses[...]hasta que la intuición popular olfateó que algo irregular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente. José Arcadio Buendía fue el último que conoció el rumor. 
-Ya ves, Úrsula, lo que anda diciendo la gente -le dijo a su mujer con mucha calma. 
-Déjalos que hablen -dijo ella-. Nosotros sabemos que no es cierto. 
De modo que la situación siguió igual por otros seis meses, hasta el domingo trágico en que José Arcadio Buendía le gano una pelea de gallos a Prudencio Aguilar. Furioso, exaltado por la sangre de su animal, el perdedor se apartó de José Arcadio Buendía para que toda la gallera pudiera oír lo que iba a decirle. 
-Te felicito -gritó-. A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer. 
José Arcadio Buendía, sereno, recogió su gallo. «Vuelvo en seguida», dijo a todos. Y luego, a Prudencio Aguilar:  -Y tú, anda a tu casa y ármate, porque te voy a matar.

[...]En la puerta de la gallera, donde se había concentrado medio pueblo, Prudencio Aguilar lo esperaba. No tuvo tiempo de defenderse. [...]Esa noche, mientras se velaba el cadáver en la gallera, José Arcadio Buendía entró en el dormitorio cuando su mujer se estaba poniendo el pantalón de castidad. Blandiendo la lanza frente a ella, le ordenó: «Quítate eso.» Úrsula no puso en duda la decisión de su marido. «Tú serás responsable de lo que pase», murmuró. José Arcadio Buendía clavó la lanza en el piso de tierra. 
-Si has de parir iguanas, criaremos iguanas -dijo-. Pero no habrá más muertos en este pueblo por culpa tuya. 
Era una buena noche de junio, fresca y con luna,[...]
[...]El asunto fue clasificado como un duelo de honor, pero a ambos les quedó un malestar en la conciencia.
[...]Fue así como emprendieron la travesía de la sierra. Varios amigos de José Arcadio Buendía, jóvenes como él, embullados con la aventura, desmantelaron sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prometido.[...] Lo único que se llevó Úrsula fue un baúl con sus ropas de recién casada, unos pocos útiles domésticos y el cofrecito con las piezas de oro que heredó de su padre. [...]Fue un viaje absurdo. A los catorce meses, con el estómago estragado por la carne de mico y el caldo de culebras, Úrsula dio a luz un hijo con todas sus partes humanas.
[...]Una mañana, después de casi dos años de travesía, fueron los primeros mortales que vieron la vertiente occidental de la sierra.
imagen de internet
[...]Una noche, después de varios meses de andar perdidos por entre los pantanos, lejos ya de los últimos indígenas que encontraron en el camino, acamparon a la orilla de un río pedregoso cuyas aguas parecían un torrente de vidrio helado. [...]José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella, y le contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea. 
José Arcadio Buendia no logró descifrar el sueño de las casas con paredes de espejos hasta el día en que conoció el hielo. [...]Si no perseveró en sus tentativas de construir una fábrica de hielo, fue porque entonces estaba positivamente entusiasmado con la educación de sus hijos, en especial la de Aureliano, que había revelado desde el primer momento una rara intuición alquímica. El laboratorio había sido desempolvado. Revisando las notas de Melquíades, ahora serenamente, sin la exaltación de la novedad, en prolongadas y pacientes sesiones trataron de separar el oro de Úrsula del cascote adherido al fondo del caldero. El joven José Arcadio participó apenas en el proceso. Mientras su padre sólo tenía cuerpo y alma para el atanor, el voluntarioso primogénito, que siempre fue demasiado grande para su edad, se convirtió en un adolescente monumental. [...]Úrsula, encinta por tercera vez, vivió de nuevo sus terrores de recién casada.»

......Continuará
A MODO DE COMENTARIO

Hay mucha poesía en esta novela. Podemos apreciarlo abriendo el libro por cualquiera de sus páginas y leyendo un fragmento. Para conocer a cada personaje, y ponerle rostro, necesitamos leer despacio e incluso ayudarnos de lápiz y papel, si queremos situarlo -sin confundirnos- en el lugar que le corresponde dentro de la estirpe familiar. Y son tan interesantes todos los detalles, que no copiar el texto íntegro es perdernos maravillosas historias, capaces por sí solas de llevar a nuestra imaginación a inventarse nuevos relatos con su lectura. 
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https://www.youtube.com/watch?v=1520QZIclmI
Gabriel García Márquez y Pablo Neruda

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4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta mucho que te hayas fijado en esta cualidad de la novela: el ritmo de la prosa poética. Es una de las bases de su éxito. Y más si se dice en alto, como propones.

Rosa dijo...

Buenas noches, Gelu:
:)
Gracias a ti.

Y muy buena idea la de hacer una relación con las flores que van surgiendo en las páginas de ‘Cien años de soledad’.
:)

Un beso y abrazos, querida Gelu.

Rosa dijo...

Y a propósito de las plantas, te dejo esta canción de Joaquín Díaz, del álbum que compartió con Amancio Prada, entre otros.

Árboles, yerbas y plantas

Un beso, Gelu.
:)

pancho dijo...

Vaya trabajazo el de Rosa en su blog, ni había reparado en las veces que se cita la comida en la novela.
García Márquez es un escritor de prosa poderosa, de los mejores.
Muy interesantes también los vídeos que enlazas con entrevistas a García Márquez, ayudan a comprender diferentes aspectos de la novela.
Un abrazo.